En el caso del ser humano, la evolución biológica ha sustituido progresivamente el instinto, como respuesta heredada, por el hábito, como respuesta aprendida.
El proceso de hominización puede ser considerado, por tanto, como un camino de progresiva liberación de la dependencia del medio externo. La evolución ha hecho a los seres humanos fundamentalmente culturales.
Los seres humanos nacen con un número reducido de instintos. Algunos sociólogos consideran que un recién nacido sólo tiene dos instintos: chupar y llorar. El resto es cultura. Los etólogos han luchado contra esta idea buscando las conductas preprogramadas del ser humano.
Sin embargo, hay una peculiaridad que determina el proceso de la evolución cultural humana. El ser humano introduce entre el estímulo y la respuesta un elemento nuevo: el símbolo. Los humanos viven en un medio ambiente lingüísticamente conformado.
Con el lenguaje se accede a información que no hace falta experimentar, lo que permite el conocimiento por asimilación como forma específica de adquisición de cultura de los seres humanos.
El lenguaje es el depósito del conocimiento que permite transmitir información y acumularla de generación en generación. Esta característica abre paso al proceso de humanización y a la constitución de un mundo básicamente cultural.
Con el desarrollo de la cultura, el ser humano consigue adaptarse a cualquier ambiente. A partir de la interacción de un conjunto de individuos entre ellos y con los elementos presentes en su entorno se generan unos modos de actuar y se producen unos instrumentos que facilitan la supervivencia del grupo. Se constituye una cultura, que se acumula generación tras generación, hasta el punto de que el mundo de los humanos parece exclusivamente cultural, ajeno a la naturaleza.
Ahora bien, a partir del desarrollo de la sociobiología y de las investigaciones con primates, las fronteras entre naturaleza y cultura basadas en la distinción entre innato y aprendido se disuelven, porque hay conductas que, a pesar de ser innatas, necesitan de un ambiente adecuado para desarrollarse; por ejemplo, la capacidad de construir nidos de los gorilas.
La distinción entre aprendizaje y herencia no sirve para establecer una diferenciación radical entre culturas humanas y culturas animales en sentido objetivo, en tanto que algunos animales son capaces de aprender ciertas conductas que, por tanto, son culturales, no innatas. Por ejemplo, un chimpancé puede utilizar una ramita para extraer termitas del termitero, y este comportamiento no es innato, sino aprendido de otros chimpancés.
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