domingo, 21 de abril de 2024

Sócrates y los orígenes del diálogo

Sócrates. Fresco en una casa de Éfeso

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.

Estos versos de Antonio Machado, escritos en el siglo XX, expresan, quizás la orientación fundamental de la vida y el pensamiento de Sócrates, uno de los escasos ejemplos históricos en los que el modo de pensar y el modo de vivir fueron saludablemente coherentes.

Para Sócrates, una persona sola no encontrará la verdad ni el bien, sino que necesita dialogar con otras para lograrlo; además, al término del diálogo es ella la que ha de decir qué es lo que tiene por verdadero y por bueno, y no establecer sus criterios sobre lo que digan todos o la mayoría. Somos seres dialógicos, pero también autónomos.

Sócrates vivió en consonancia con estos principios; dialogando con todos aquellos que se le aproximaban, tanto amigos como oponentes, pues todos somos, sucesivamente, aprendices y maestros en el conocimiento del bien y de la verdad. De él hemos tenido noticia por otros autores, sobre todo por su discípulo Platón.

En ningún momento desistió de esta búsqueda y, ni siquiera cuando su condena a muerte se hizo pública, hizo dejación de su libertad de decir lo que creía justo.

1. Vida de Sócrates

Sócrates nace en Atenas en el año 469 a.C. Su padre, Sofronisco, era escultor; su madre, Fenareta, comadrona. En su juventud es estudioso e inquieto, y conoce la filosofía de algunas escuelas anteriores, sobre todo la de Anaxágoras, los eleáticos y los pitagóricos, y es contemporáneo de los sofistas.

Al morir su padre, recibe en herencia una pequeña fortuna que le permite vivir con austeridad. Se casa con Xántipa, con la que tiene varios hijos.

No participa en política, pero cumple con honradez sus deberes ciudadanos y combate, con valentía y firmeza, en la Guerra del Peloponeso para la defensa de Atenas.

Su vida transcurre en esta ciudad, rodeado de discípulos, amigos y personas de todo tipo y condición; con ellos paseaba y dialogaba, haciendo de ello su tarea habitual, la única que, pensaba, podía llevarlos a conocer el bien y la virtud. No cobraba por «sus clases» y criticaba a los sofistas (los primeros que crearon «centros educativos»), por pretender enseñar la virtud mientras que afirmaban no saber en qué consistía ésta; es decir, los criticaba por ser relativistas y demagogos.

En el año 399 a.C. es acusado de negar a los dioses y de corromper a los jóvenes; tras un juicio poco claro, se le declara culpable y es condenado a muerte. Por coherencia con sus principios, rechaza la fuga que le proponen sus amigos y discípulos y espera tranquilo en la cárcel la ejecución de la sentencia, que consistía en beber una copa de cicuta, una sustancia letal.

2. Una aportación genial: su método

Sócrates participa de la mentalidad de su tiempo, para la que el sabio no es sólo el que conoce los secretos del universo, sino sobre todo el que sabe vivir bien. En aquel momento, como ahora, la aspiración de las personas no se reducía a sobrevivir, sino que se elevaba a vivir con calidad, y eso no sabemos hacerlo todos, sino que hay que aprender en qué consiste y vivir según lo aprendido.

Pero, ¿cómo se aprende y se enseña a vivir bien? Sólo es posible mediante el diálogo.

Sócrates partía de la base de que en nuestro interior reside la verdad y el bien, eso sí, recubiertos de errores y prejuicios. Nuestra búsqueda de ellos tiene, pues, dos tareas que hacer, relacionadas con los oficios de sus padres: modelar nuestra supuesta sabiduría, sólo aparentemente verdadera, y ayudar a dar a luz el bien y la verdad.

Este aprendizaje-enseñanza partía de cuatro afirmaciones iniciales:

  • La verdad y el bien pueden ser conocidos.
  • Todas las personas son capaces de descubrirlos.
  • Nadie los tiene en exclusiva.
  • Necesitamos dialogar para sacarlos a la luz.

3. Iniciador de la ética

Es verdad que hay planteamientos éticos anteriores al siglo V (como el de Heráclito de Éfeso), pero los estudiosos están de acuerdo en afirmar que es en este siglo, con Sócrates, cuando se pone en marcha la reflexión acerca de la dimensión moral del ser humano.

Por el camino del diálogo fue indagando Sócrates qué es el bien, qué la justicia, y estaba convencido de que saber en qué consisten es suficiente para vivir de acuerdo con ellos. A esta convicción de que quien conoce el bien lo hace, y, por tanto, cuando se obra mal es por ignorancia, se le ha llamado intelectualismo moral.

Esta doctrina ética ha sido tachada de idealista, por no tener en cuenta los sentimientos, pero esta crítica es errada en el caso de Sócrates. Él creía que, si nos importa ser felices, practicar el bien (virtud) nos hace felices, y, si sabemos en qué consiste, es de tontos no realizarlo: nadie obra mal a sabiendas. Y la verdad es que llevaba razón.

Pero lo que sí es cierto es que Sócrates no contaba, al menos, con dos factores:

 a)  que la debilidad moral lleva a las personas a hacer el mal que no desean;

 b)  que las personas somos más que inteligencia, y a veces un sexto sentido nos desvía de lo que parece estar intelectualmente claro.

miércoles, 10 de abril de 2024

¿Los valores morales son "muy subjetivos"?

 Pluralidad de los puntos de vista  

Parece que lo que es una buena razón para una persona no necesariamente es una buena razón para otra. Por ejemplo, lo que puede ser una buena medicación para mi resfriado no necesariamente será una buena medicación para el tuyo. Diferentes personas, no ya diferentes culturas, están en "situaciones" diferentes y, por ello, lo que algunas creen hacer de manera racional puede no ser aplicable a otras. De esta manera se presenta el problema del relativismo; la racionalidad de una persona o un grupo puede muy bien representar algo estúpido para otra.

Nicholas Rescher, Pluralismo

Nicholas Rescher (1928-2024) fue un matemático y filósofo estadounidense. Profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Pittsburgh desde 1961. De origen alemán, su familia se trasladó a Estados Unidos cuando él contaba con diez años de edad.

1. Diversidad de los contenidos morales

Al tratar de los valores morales topamos de inmediato con un hecho innegable: la diversidad que presentan a lo largo del tiempo y del espacio y entre las distintas generaciones de un mismo lugar.

※ En el tiempo: si recurrimos a la historia, nos percatamos de que los sacrificios humanos o la esclavitud han sido aceptados moralmente en determinadas épocas.
※ En el espacio: en nuestro momento vemos cómo en el islam, por ejemplo, la situación de la mujer es de subordinación, mientras que en occidente se consideran igualmente autónomos hombres y mujeres.
※ Entre distintas generaciones: sin salir de nuestro entorno, los padres consideran inmorales cosas que a los hijos les parecen perfecta.

¿Significa esto que los valores morales son válidos o no dependiendo de cada cultura, de cada generación determinada e incluso de cada persona? ¿Significa que en lo moral no podemos encontrar valores que pretendan universalidad y objetividad, porque todos los valores "dependen" de la cultura en que nos encontramos, del grupo al que pertenecemos o del tipo de persona que somos? Podemos considerar que unos pocos valores morales básicos valen universalmente, mientras que otros se pueden considerar particulares u opcionales.

2. Relativismo y subjetivismo

 El relativismo moral  

Se llama relativismo moral a la creencia que mantiene que la valoración moral de una cualidad como buena o mala depende completamente de cada cultura o de cada grupo. En el ámbito moral, según el relativista, no hay nada universal.
Si esta afirmación se toma en serio, resulta imposible establecer un diálogo sobre cuestiones morales entre diferentes culturas. Entre dos interlocutores que no tienen nada en común no puede haber diálogo. Y, sin embargo, sabemos que uno de los rasgos de nuestro tiempo es el diálogo intercultural. Por tanto, el relativismo no parece dar cuenta de nuestra experiencia real.

 El subjetivismo moral  

Se llama subjetivismo moral a la afirmación de que en cuestiones morales cada persona opina como quiere y todas las opiniones tienen el mismo valor, de modo que es imposible argumentar sobre ellas y llegar a las mismas conclusiones atendiendo a los argumentos aducidos. En el ámbito moral, según el subjetivista, es imposible llegar a convicciones intersubjetivas, salvo por pura coincidencia coyuntural de intereses.
Si tomamos el subjetivismo en serio, no tiene sentido dialogar argumentativamente, por ejemplo, con alguien que sustente una posición distinta a la mía sobre si la pena de muerte es moralmente aceptable o no, porque cada uno tiene su opinión y todas las opiniones "valen igual". Sólo podremos coincidir en un momento dado en que "conviene" o no implantarla, atendiendo a consideraciones externas al asunto en cuestión: lo que va a opinar la gente, lo que van a pensar los países vecinos o "razones" semejantes. Pero no podremos argumentar con razones referidas a la cuestión misma de si es moralmente aceptable o no.
Sin embargo, tampoco este subjetivismo explica por qué seguimos encontrándole sentido a argumentar en serio sobre cuestiones morales muy básicas.


La evolución de la conciencia ética en la actualidad ha ido concediendo más importancia al valor de la vida como un bien absoluto frente a los argumentos de quienes mantienen la conveniencia de la pena de muerte.

sábado, 6 de abril de 2024

Ludwig Wittgenstein (1889-1951)

Filósofo y lógico austriaco que fue profesor en la Universidad de Cambridge. Destacó la importancia del lenguaje y afirmó que la filosofía debía limitarse a realizar un análisis consistente del lenguaje para evitar los errores. Su influencia en la filosofía contemporánea ha sido decisiva y se encuentra en el origen de la filosofía analítica contemporánea.

miércoles, 3 de abril de 2024

El universalismo moral

Todas las culturas tienen el concepto de asesinato, distinguiéndolo del de ejecución, muerte en guerra y otros «homicidios justificables». Las nociones de incesto y otras reglas relativas al comportamiento sexual, las prohibiciones de mentir en circunstancias definidas, las nociones de restitución y reciprocidad, de obligaciones mutuas entre padres e hijos: estos y muchos otros conceptos morales son absolutamente universales.

Clyde KluckhohmEthical Relativity: Sic et Non

1. Exigencias de justicia

El relativismo y el subjetivismo moral son insostenibles, al menos por dos razones:

  • Porque existen unos rasgos morales comunes a todas las culturas, que es lo que los antropólogos han dado en llamar «universales culturales».
  • Sobre todo, porque cualquier persona exige universalidad e intersubjetividad para algunas de sus convicciones morales, concretamente para las convicciones de justicia.
Por ejemplo, si alguien quiere impedirme expresar mi opinión o pretende encarcelarme sin haber hecho yo nada, diré que no tiene derecho a hacerlo, sea cual fuere su cultura o sus gustos. Tampoco estaré de acuerdo en que extorsione a otras personas. Diré en todos estos casos que es injusto. Y es que aquellas convicciones morales que consideramos exigencias de justicia pretendemos que valgan universal e intersubjetivamente; es decir, creemos que podríamos convencer de que son justas a todos los afectados por ellas, si pudiéramos dialogar con ellos en condiciones de racionalidad.
Tales condiciones serían las siguientes: que en el diálogo participaran todos los afectados por esas exigencias, que tuvieran iguales oportunidades de expresar sus intereses y replicar ante las intervenciones de los demás, que todos desearan aclarar en serio si la exigencia es justa, y que al final decidieran teniendo en cuenta no su interés particular, sino el universalizable, el que todos podrían querer.
El universalismo moral consiste en reconocer que cuando digo «esto es justo» pretendo que vale no sólo para mí, sino también para cualquier persona a la que pudiera mostrar en una situación racional de diálogo las razones que tengo para defenderlo.


2. Invitación a la felicidad


Cuestión aparte es la diversidad de formas que tenemos para imaginar la propia felicidad. Cada uno tiene sus ilusiones y unos gustos que son bastante subjetivos, pero si sabemos que no dañan a nadie pedimos respeto para intentar realizarlos. No exigimos que las demás personas tengan los mismos ideales. Porque no tiene sentido exigir que todos vivan el mismo ideal de felicidad. La persona que opta por el convento de clausura puede encontrar su felicidad en el monasterio, pero no puede exigir que todo el mundo abrace la vida monástica. Lo que sí puede hacer es invitar a los demás a vivir su ideal de vida feliz.

El universalismo moral no consiste en que todos los seres humanos tienen que ser felices de igual modo, sino en que todos respetemos unas exigencias de justicia. Entre el «todo vale» del subjetivismo y el «todos deben hacer lo mismo», que sería propio de un totalitarismo abusivo, se sitúa el pluralismo moral. 

martes, 2 de abril de 2024

El nacimiento del pluralismo

1. La moral primitiva

En las tribus primitivas existe una total identificación entre los proyectos de cada uno de sus miembros y el de la comunidad en su conjunto. Las normas vigentes se legitiman recurriendo a narraciones míticas sobre el origen del mundo y de la humanidad, de las que la tribu extrae enseñanzas y orientaciones para su vida cotidiana. A cada miembro de la tribu el importa más la supervivencia del grupo que la suya propia, porque sin el grupo tampoco él sobrevive. Su valor supremo es, pues, la comunidad, y los que no pertenecen a ella son los enemigos a los que hay que combatir: son «holistas». El término holismo viene del griego ὅλον, que significa «todo». Los holistas dan primacía al todo social frente al individuo.

2. Las grandes civilizaciones

En la época de las grandes civilizaciones, con la aparición de la filosofía griega (siglo VII a.C.) y de la religión cristiana, empieza a cambiar el modo de legitimar las normas morales de convivencia. En general, las comunidades siguen siendo moralmente homogéneas (todos comparten los mismos valores y normas) y también conceden primacía a la colectividad frente al individuo. Pero a la hora de legitimar las normas (¿por qué han de estar vigentes éstas y no otras?), no recurren ya a narraciones que consideran válidas sólo para su propio pueblo, sino a narraciones y a razonamientos que pretenden valer para todos los seres humanos. La idea de universalidad había hecho su aparición en la historia de la moral.

3. La primera Modernidad

Durante la Edad Media y a comienzos de la Moderna, las guerras de religión fueron verdaderamente crueles. Aunque en lugares como España la convivencia entre árabes, judíos y cristianos llegó a ser pacífica, en la mayoría de los casos los distintos grupos religiosos eran incapaces de tolerar que las demás tuvieran una visión distinta del mundo y de la sociedad, y no entendían más solución a las diferencias que la tortura y la muerte. Los poderosos de la política y de la economía canalizaban este fanatismo en provecho propio y utilizaban la coartada de la religión para ampliar su poder. El resultado fue espantoso: expulsión de musulmanes y judíos de Europa, matanzas de herejes, quema de brujas, expolio de los sospechosos.


4. Los comienzos del pluralismo

Sin embargo, hacia los siglos XVI y XVII algunas voces se alzan defendiendo expresamente la tolerancia entre aquellos que tienen distintas cosmovisiones. Los textos de John Locke, de Voltaire y de otros filósofos de la época exigen la tolerancia desde posiciones religiosas, pero van utilizando cada vez más argumentos que son aceptables por creyentes y no creyentes: el germen del pluralismo estaba ya sembrado.

lunes, 1 de abril de 2024

Conocimiento y lenguaje

1. La forma del conocimiento: el lenguaje

El lenguaje suele definirse como un sistema de signos que expresa ideas. Para Saussure, los signos lingüísticos se componen de un significante y un significado. El significado es el concepto o la representación mental de ese signo. El significante es su expresión (acústica o gráfica), y representa convencionalmente las cosas.

El lenguaje ha sido considerado clásicamente el vehículo del conocimiento, la forma en la que éste se presenta. Ahora bien, uno de los problemas más importantes que se derivan de este planteamiento consiste en establecer si el conocimiento ha de tener siempre una forma lingüística o, por el contrario, si es posible el conocimiento sin lenguaje. Para solucionarlo, es preciso determinar previamente qué es el lenguaje y si es posible alguna forma de conocimiento no lingüística.

Lenguaje animal y lenguaje humano

A medida que se van desarrollando disciplinas como la etología, la sociobiología o la semiología animal, parece que la estrecha línea que separa el lenguaje animal y el lenguaje humano se va acortando:

1) Tradicionalmente, se señalaba que la diferencia fundamental entre el lenguaje animal y el humano consistía en que el lenguaje animal era innato, y el humano, aprendido. Pero lo cierto es que hay muchos animales que tienen la capacidad de aprender códigos nuevos (por ejemplo, chimpancés entrenados son capaces de manejar el lenguaje de los sordomudos). Y, por otro lado, no hay que olvidar que la capacidad de aprender un lenguaje es innata también en los seres humanos, aunque requiera del medio para desarrollarse.

2) Otro de los rasgos distintivos que se suele atribuir al lenguaje animal es su carácter mímico. Los animales se comunican con gestos, gritos, intercambios de sustancias, etc., pero los elementos de comunicación son siempre idénticos, estereotipados.

Los sistemas de comunicación no humanos se agrupan en tres diseños:

a) Un repertorio finito de llamadas: una para avisar de la presencia de depredadores, otra de cortejo, etc.

b) Una señal analógica: por ejemplo, cuanto más agitado sea el movimiento de la abeja, mayor será la cantidad de alimento a la que se refiere la danza.

c) Una serie de variaciones al azar sobre un tema: algunas especies de aves cantoras, como el mirlo común, puede introducir cantos nuevos por aprendizaje a partir de sonidos del ambiente para atraer a las hembras en el cortejo.

A diferencia del lenguaje animal, el lenguaje humano es un sistema articulado, con doble articulación. Todas las lenguas humanas está formadas por un número constante de elementos simples, no significativos, pero tienen la peculiaridad de ser susceptibles de combinarse indefinidamente formando grupos significativos.

Esta peculiaridad tiene que ver con la recursividad heurística; esto es, cualquier persona puede producir una combinación nueva de forma absolutamente creativa.

3) Por último, los lingüistas modernos suelen considerar que el lenguaje simbólico humano es absolutamente irreductible a otros medios de comunicación animal (química, auditiva, visual o táctil). En tanto que estos últimos siempre son concretos y situacionales, el lenguaje humano es abstracto y simbólico. Puede utilizar conceptos sobre objetos que no están presentes. Asimismo, esta característica nos remite a la capacidad metalingüística (la capacidad del lenguaje de hablar de sí mismo), exclusiva de los lenguajes humanos.

Características del lenguaje humano

El cerebro humano está especializado. El lenguaje está localizado en el hemisferio izquierdo del cerebro, y en esta parte hay dos áreas diferenciadas: el área de Broca, encargada de producir el lenguaje, y el área de Wernicke, encargada de comprenderlo. Ahora bien, las nuevas tecnologías de exploración del cerebro han puesto de manifiesto la existencia de otra serie de áreas sensoriales, motoras y de asociación, sin una localización concreta, que participan en la compleja tarea del lenguaje.

Las actividades complejas necesitan de la interrelación de los dos hemisferios en los que está dividido el cerebro. Así, por ejemplo, cuando se lee un cuento, el hemisferio izquierdo entiende el significado de las palabras, pero es el hemisferio derecho el que capta el contenido emotivo y las imágenes utilizadas.

Cuando hablamos del lenguaje humano, estamos refiriéndonos a una serie de capacidades adquiridas a lo largo del proceso evolutivo:

1) La capacidad de emitir sonidos con un contenido simbólico, esto es, palabras con un significado (semántica). El conjunto de palabras del que dispone una lengua es el vocabulario o léxico.

2) La capacidad de combinar, de acuerdo con unas reglas (sintaxis), las palabras construyendo frases con distinto significado.

Estas capacidades hacen referencia a la función expresiva (o emotiva), representativa (o referencial) y apelativa (o conativa) de todo lenguaje. Aunque, según Jakobson, el lenguaje tendría, además, otras funciones, no menos interesantes: una función poética o literaria y una función metalingüística.

3) El lenguaje sirve para poner orden en el mundo, clasificarlo y, en última instancia, entenderlo. Pero su objetivo fundamental es la comunicación, transmitir el conocimiento a otro sujeto. De ahí que otra de las capacidades básicas que presupone el lenguaje es entender lo que dicen las palabras, descifrar el mensaje descubriendo su significado.

Funciones del lenguaje

El lenguaje cumple su función expresiva cuando transmite las emociones o sentimientos del emisor (por ejemplo, una carta personal). En su función representativa, el lenguaje transmite información de forma objetiva (textos científicos). La función apelativa se da cuando el emisor intenta influir sobre el receptor (publicidad). Con la función poética, el lenguaje se sitúa en un plano estético, buscando la belleza (como ocurre en una novela o en un poema). La función metalingüística muestra la reflexividad del lenguaje, su capacidad de hablar de sí mismo (como, por ejemplo, en un libro de gramática).

2. Las relaciones entre el conocimiento y el lenguaje

La cuestión de si el conocimiento solo puede tener forma lingüística esconde la problemática relación que existe entre pensamiento y lenguaje. Si se puede pensar sin manejar una lengua determinada, entonces es posible que haya pensamiento antes que lenguaje, y que los animales utilicen alguna forma de conocimiento no verbal.

A estas cuestiones se han dado muchas respuestas, que van desde la identidad absoluta entre pensamiento y lenguaje hasta la incompatibilidad total.

Para Schopenhauer, los pensamientos se disuelven en el instante en el que intentamos pasarlos a palabras.

Las investigaciones más recientes en busca de pensamiento animal muestran que se puede llegar a pensar sin lenguaje, en tanto que estos manejan mapas cognitivos, son capaces de hacer planes y de tener intencionalidad en sus conductas.

Los estudios de trastornos del lenguajes en seres humanos, a su vez, indican que aunque se pierdan capacidades lingüísticas, se puede dar alguna forma de pensamiento. Sin embargo, a medida que los procesos cognitivos se hacen más complejos y abstractos, el lenguaje aparece como el instrumento necesario sin el cual no se podrían pensar ciertas realidades.

El pensamiento es anterior al lenguaje

El primero en mantener esta hipótesis fue Aristóteles cuando establece que el pensamiento es una actividad independiente y previa al lenguaje, mientras que el lenguaje es un signo convencional para referirse a los objetos.

En el siglo XX, el principal defensor de esta tesis es el psicólogo evolutivo Jean Piaget. Éste plantea, como resultado de su estudio sobre las etapas de maduración infantil, que primero se adquieren una serie de habilidades mentales (razonamiento lógico, abstracción, etc.) y después se reflejan en el lenguaje. Habría, por lo tanto, formas de pensamiento no lingüísticas que precederían a la adquisición del lenguaje.

Para Piaget, el proceso de maduración origina el lenguaje. Hasta los siete años, los niños y las niñas tendrían un lenguaje egocéntrico, lo que supone que son poco sensibles a la función comunicativa del lenguaje, que prescinden de su interlocutor y que hablan más de sí mismos. Este lenguaje infantil irá evolucionando hacia un lenguaje socializado.

El lenguaje es anterior al pensamiento

El pensamiento no sería más que el reflejo del lenguaje. A lo largo del proceso de aprendizaje, socialmente determinado, el individuo va adquiriendo ciertas habilidades lingüísticas. Éstas le ayudan a entender el mundo de una forma determinada, que, posteriormente, quedará recogida en el pensamiento. Por lo tanto, no existe un mundo que se perciba objetivamente, de un modo puro. Todo lo que se le aparece a un hablante, si es comprensible, lo es a través de las categorías de su lenguaje, mediante las cuales clasifica y asimila la experiencia.

Esta posición se conoce como la tesis de Sapir-Whorf, que son los autores que la formulan más explícitamente. Sapir advirtió que los hablantes de diversas lenguas tienden a prestar atención a aspectos distintos de la realidad.

Las consecuencias de esta tesis son varias, aunque la más sobresaliente es que aboca a un relativismo lingüístico, según el cual cada lengua tendría una forma peculiar e intraducible de entender el mundo.

Esta postura plantea el problema de explicar por qué se entienden personas que hablan lenguas distintas (que pensarían también de distinta forma). No se puede comprender la cosmovisión de una sociedad si no se domina su forma de hablar y, en última instancia, de pensar.

Las complejas relaciones entre pensamiento y lenguaje

Hoy el camino parece más complejo, y se habla de una relación dialéctica entre el lenguaje y el pensamiento. Ambos interaccionan y se influyen mutuamente, aunque suele considerarse que el lenguaje ejerce una labor activa y constituyente del pensamiento.

La discusión clásica entre empirismo y racionalismo resurge con fuerza en el debate de la relación entre lenguaje y pensamiento:

1) Desde una perspectiva empirista, destacan las teorías que consideran decisivos los factores externos provenientes del entorno y del medio social.

Desde esta posición, hay pensamiento en el momento en el que hay lenguaje. Para Skinner, el pensamiento no es más que lenguaje subvocal, que se adquiere en un contexto social determinado, producto de un proceso de refuerzo selectivo, de manera que aprender un lenguaje significa interiorizar las conductas lingüísticas del entorno.

2) En una línea racionalista encontramos la interpretación de Noam Chomsky y otros lingüistas. En esta teoría, se admite la existencia de universales lingüísticos innatos y unas estructuras básicas con las que nacen todos los futuros hablantes.

Chomsky afirma que la adquisición de la lengua es, en gran parte, asunto de maduración de una capacidad lingüística innata, que se diferencia y alcanza una realización específica a través de la experiencia. Todo hablante nace con una gramática interiorizada, con unos principios de organización y regulación subyacentes y comunes a todas las lenguas, que lo habilitan para hacer un uso creativo del lenguaje.

A partir de las ideas de Chomsky y del desarrollo de las ciencias cognitivas, adquirió importancia el concepto de representación mental, y se trató de determinar cómo se relacionan entre sí las representaciones mentales y cómo lo hacen con los objetos que representan.

3. La importancia del lenguaje en la filosofía actual

Una de las características de la filosofía del siglo XX es lo que se ha denominado su giro lingüístico. En la actualidad, hay una fuerte corriente filosófica que se esfuerza en abordar los problemas de la filosofía a partir del análisis de cómo se expresan en el lenguaje natural. Desde esta perspectiva, se da una reformulación de los temas clásicos. De esta manera, la pregunta "¿qué es el conocimiento?" se transforma en "¿qué queremos decir cuando afirmamos que conocemos algo?".

1) La preocupación central de la filosofía del lenguaje es establecer las conexiones del lenguaje con la realidad. A finales del siglo XIX y principios del XX, positivistas y atomistas lógicos planteaban que el origen de muchos problemas filosóficos se encuentra en las deficiencias e imprecisiones del lenguaje, del instrumento natural de expresión. Todos ellos parten de la idea de que el objetivo primario del lenguaje es representar y comunicar información sobre la realidad.

Frege, Russell, el "primer" Wittgenstein y Carnap abordan los problemas planteados por los lenguajes naturales utilizando la lógica formal.

2) Por otro lado, hay una línea más pragmática que tiene su origen en el segunda época de las obras de Wittgenstein y que intenta aplicar la actitud crítica de la filosofía al lenguaje cotidiano, esto es, al uso que se hace de las palabras y cómo el lenguaje esconde o pone en evidencia las intenciones, deseos o creencias del hablante.

Austin, Grice o Searle prestan una atención especial al componente de acción que el lenguaje supone.