jueves, 12 de septiembre de 2024

Isaac Newton (1642-1727)

Físico británico que realizó la gran síntesis científica de la Edad Moderna, completando las aportaciones de Galileo. Formuló las leyes del movimiento y la ley de la gravedad, precisando que los fenómenos celestes y terrestres seguían las mismas leyes. Asimismo, estableció los principios esenciales del método científico, que debía combinar la experimentación y la formulación de hipótesis.

lunes, 2 de septiembre de 2024

La imagen de la realidad en la ciencia clásica

La ciencia da lugar a una imagen general del mundo; a lo largo de la historia se pueden considerar los tres grandes modelos de interpretación que analizaremos a continuación.

1. La ciencia antigua: un universo cerrado

La visión clásica se sustenta en un modelo organicista: el universo es un gran organismo jerarquizado y diferenciado en sus partes. El espacio se concibe cerrado y finito, y su centro es la Tierra (geocentrismo).

Aristóteles pensó el universo dividido en dos niveles: el inferior se encuentra por debajo de la órbita de la Luna y es imperfecto, y el superior se sitúa más allá y es perfecto. En el ámbito inferior, los cuerpos se componen de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. En el mundo supralunar, se encuentran las estrellas fijas girando en esferas concéntricas y cristalinas llenas de un quinto elemento llamado éter.

Es un universo dinámico en el que todo lo que se mueve es movido por otro, de manera que en última instancia todo es atraído jerárquica y ordenadamente por un primer motor inmóvil. Es decir, se trata de un universo dotado de una finalidad (teleología).

En el siglo II, Ptolomeo asumió el geocentrismo aristotélico, y atribuyó a los planetas una doble órbita. Así explica el misterio hasta ese momento impenetrable: el aparente desplazamiento hacia atrás de algunos planetas. Su sistema, llamado por los árabes almagesto (el más grande), perduró hasta el Renacimiento.

El cristianismo añadió el concepto de Creación a esta imagen del mundo cerrado y teleológico. Asimiló el primer motor aristotélico con Dios y el orbe supralunar con el cielo. Así se formó la interpretación medieval del mundo centrada en Dios y en el mundo sobrenatural (teocentrismo).

2. La nueva ciencia: el universo abierto

En el Renacimiento se revisó el sistema aristotélico y se inició un cambio de perspectiva cuyas características más destacables son el heliocentrismo, el descubrimiento de las matemáticas como estructura del universo y un nuevo método de conocimiento. Junto a ellas surgió una actitud de dominio de la naturaleza, muy diferente al anterior talante contemplativo, que dio lugar a un gran desarrollo de la técnica.

Copérnico cuestionó el geocentrismo y la división del espacio en dos orbes de la cosmología aristotélica. Situó el Sol en el centro del universo y concibió un mundo homogéneo, en el que la Tierra ya no era el centro.

Galileo revolucionó la física de Aristóteles. Al estudiar la caída libre de los cuerpos, descubrió el movimiento acelerado y consideró que el universo está escrito en clave matemática. Si preguntamos a la realidad con este lenguaje nos desvelará sus leyes.

La ciencia antigua observaba y contemplaba las cualidades del mundo. La ciencia nueva mide y extrae leyes para dominarlo.

Descubrió el método resolutivo-compositivo, hoy llamado hipotético-deductivo. Consiste en reducir la observación a los datos más significativos (resolución) para elaborar una hipótesis (composición) de la que se pueda extraer consecuencias comprobables experimentalmente.

3. El sistema de Newton: el mundo como máquina

Con la caída de la física y la astronomía aristotélicas cayó también la imagen del mundo ordenado teleológicamente por un motor inmóvil. Kepler extendió a todo el orbe celeste las leyes del movimiento propuestas por Galileo. Esto le permitió concebir el universo como una gran máquina, en el que el cielo y la tierra seguían las mismas leyes exactas.

Pero fue Newton quien formuló definitivamente la nueva imagen del mundo. Lo concibió como un espacio homogéneo constituido por masas independientes que se atraen unas a otras en virtud de la fuerza de la gravedad. No solo la Tierra, sino el universo entero está sometido a esta ley de gravitación universal.

Ahora, el universo se concibe como un gran mecanismo de relojería regulado por leyes necesarias y donde el espacio y el tiempo son referencias absolutas de todo movimiento. El universo es infinito, tridimensional y homogéneo, y está regido por un determinismo estricto. Laplace llegó a afirmar que una inteligencia que conociera las leyes del universo y su estado inicial podría predecir cualquier acontecimiento.

El mecanismo perduró hasta bien entrado el siglo XIX, cuando entró en crisis con el descubrimiento del electromagnetismo y por las nuevas teorías evolutivas y genéticas, que ponían en entredicho el fijismo y proponían el azar como explicación de la variación de las especies.

En la década de 1830, Faraday descubrió la inducción electromagnética e introdujo el concepto de campo, que supuso una alternativa a la dinámica basada en la gravedad y su actuación a través del éter. La fuerza que mueve las partículas y las masas ya no viene directamente de ellas, sino de un campo o contexto en el que están situadas.

Las grandes transformaciones científicas del siglo XX deben su éxito, en gran medida, a las matemáticas.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Juzgar con justicia

1. La voz de la justicia en el desarrollo moral
No nacemos con una conciencia ya hecha, sino que va conformándose a través de un proceso de aprendizaje en el que desempeñan un papel fundamental los factores socioculturales, el tipo de educación recibida y la experiencia emocional. Sin embargo, según algunos autores como Lorenz Kohlberg, en la conformación de la conciencia es fundamental la evolución que se produce en el aspecto cognitivo, es decir, en el modo de razonar acerca de las cuestiones morales y de juzgar sobre ellas. Por eso analiza la estructura del crecimiento moral de la persona teniendo en cuenta cómo formula juicios, y muy concretamente los juicios sobre lo que es "justo" o "correcto".

2. La teoría de Lorenz Kohlberg
Kohlberg establece una secuencia de tres niveles y seis estadios (dos por cada nivel) en la evolución moral de la persona, desde la infancia hasta la edad adulta.
  • Los niveles definen las perspectivas de razonamiento que la persona pueda adoptar en relación a las normas morales de la sociedad.
  • Los estadios expresan los criterios mediante los que la persona emite su juicio moral, lo cual muestra la evolución seguida dentro de cada nivel.


Los niveles del desarrollo moral según la teoría de Lorenz Kohlberg son los siguientes:

 Nivel preconvencional: El egoísmo como principio de justicia   
Este nivel representa la forma menos madura de razonamiento moral. Una persona se encuentra en él cuando enjuicia las cuestiones morales desde la perspectiva de sus propios intereses. En este sentido, la persona tiene por justo lo que le conviene egoístamente.
En un principio, el niño sigue las normas establecidas por la autoridad adulta para evitar el castigo. Posteriormente, ve las normas de un modo "mercantil" e "individualista": lo justo es ahora lo que satisface las propias necesidades e intereses y las de los demás cuando satisfacen las propias. Las relaciones humanas se entienden de un modo similar a las del mercado.
Según Kohlberg, este primer nivel caracteriza principalmente el razonamiento moral de los niños, aunque muchos adolescentes y un buen número de adultos persisten en él.

 Nivel convencional: Conformismo con las normas sociales  
Una persona en este nivel enfoca las cuestiones morales de acuerdo con las normas, expectativas e intereses que convienen al "orden social establecido", porque le interesa ante todo ser aceptada por el grupo, y para ello está dispuesta a acatar sus costumbres.
En este sentido, la persona tiene por justo lo que es conforme a las normas y usos de su sociedad. Por eso considera que es valioso en sí mismo desempeñar bien los "roles" o papeles sociales convencionales, es decir, adaptarse a lo que su sociedad considera bueno.
Al principio, lo justo es lo que gusta a los demás, lo que el grupo acepta, que suele plasmarse en los modelos sociales vigentes y en lo que hace la mayoría.
Posteriormente, el juicio moral se orienta hacia el respeto a la autoridad establecida, hacia la conformidad de las normas vigentes y la justificación del orden social "tal cual está". Lo justo consiste ahora en que cada uno cumpla con sus obligaciones sociales, adoptando así el punto de vista del colectivo social y situándose por encima de los intereses individuales.
Según Kohlberg, este segundo nivel surge normalmente durante la adolescencia y es dominante en el pensamiento de la mayoría de los adultos. No superarlo supone plegarse a lo que el grupo desee, lo cual tiene serios peligros, porque los grupos tienden a generar endogamia, prejuicios frente a los diferentes e intolerancia ante los que no se someten al rebaño, de forma que pueden acabar ahogando a los individuos. Por eso es preciso acceder al nivel supremo de madurez: el postconvencional.

 Nivel postconvencional: La autonomía moral  
En este nivel, la persona distingue entre las normas de su sociedad y los principios morales universales, y enfoca los problemas morales desde estos últimos. Esto significa que es capaz de reconocer principios morales universales en los que debería basarse una sociedad justa y con los que cualquier persona debería comprometerse para orientar el juicio y la acción. La medida de lo justo la dan los principios morales universales desde los cuales puede criticar las normas sociales.
En un principio, lo justo se define en función de los derechos, valores y contratos legales básicos reconocidos por toda la sociedad, de manera constitucional y democrática. La legalidad se apoya, además, en cálculos racionales de utilidad social (el mayor bien para el mayor número posible).
Posteriormente, la persona puede ir más allá del punto de vista contractual y utilitario para pensar en la perspectiva de principios éticos de justicia válidos para toda la humanidad. Se trata de reconocer los derechos humanos en la igualdad y el respeto por la dignidad personal de todos los seres humanos. Lo justo se define ahora por la decisión de la conciencia de acuerdo con tales principios. La conquista de la autonomía es considerada así como la meta del desarrollo moral de la persona.
Según Kohlberg, este nivel es el menos frecuente, surge durante la adolescencia o al comienzo de la edad adulta y caracteriza el razonamiento de sólo una minoría de adultos.

3. Los dilemas morales

En sus investigaciones sobre el desarrollo moral, Kohlberg se sirvió preferentemente del método de los dilemas. Un dilema moral es un caso, real o inventado, en el que el protagonista se encuentra ante una situación que debe resolver escogiendo entre dos alternativas de acción que representan valores morales mutuamente incompatibles y conflictivos entre sí. La mayoría de estos dilemas presentan conflictos entre normas legales y valores morales o entre valores morales de distinta importancia o jerarquía. La muestra de sujetos a los que se les presentaba el dilema debían colocarse imaginariamente en el lugar del protagonista, elegir la alternativa que consideraban más correcta y justificarla mediante un razonamiento moral. Kohlberg analizaba, a continuación, las respuestas dadas con el convencimiento de que no es tanto la solución escogida sino las razones esgrimidas para justificarla lo que informa, en realidad, del estadio y nivel de desarrollo moral en que se encuentran los sujetos.
Desde que Kohlberg lo utilizara, el método de los dilemas se ha venido practicando tanto en el terreno de la investigación como en el de la educación en valores morales ya que considera un buen medio para estimular la toma de conciencia, el diálogo reflexivo y la creatividad de respuesta ante los problemas éticos que se presentan en nuestras sociedades. El desarrollo de la autonomía moral de los sujetos se ve por todo ello favorecido e impulsado.