No hay filosofía sin una especie de asombro
Historia del pensamiento: autores, textos y problemas filosóficos
sábado, 2 de agosto de 2025
Platón (427 - 347 a.C.)
martes, 8 de julio de 2025
Un saber radical: la Metafísica
El estudio de los rasgos de la realidad y del ser se llama metafísica. Éste es un nombre de curioso origen. En el siglo I a.C., los discípulos de Aristóteles ordenaron sus obras, y situaron los libros que trataban del ser y la realidad tras los dedicados al estudio de la naturaleza (physis): los llamaron "los libros que están más allá de los libros de la física".
1. La metafísica como filosofía primera
Aristóteles advirtió que "más allá" de los problemas que planteaba el estudio de los fenómenos naturales era necesario analizar los aspectos comunes de todo lo real. Este análisis era el objeto de la filosofía primera, que fue el primer nombre de lo que hoy llamamos metafísica.
El objeto de la filosofía primera era el estudio de los principios fundamentales de la realidad y de todo cuanto existe.
Como afirma Aristóteles, la filosofía primera analiza los rasgos de "ser en cuanto ser", del ser de "lo que es", también llamado "lo ente", y quería identificar sus primeros principios y sus causas. Para ello, debía tener en cuenta las realidades concretas, pero no se quedaba en ellas: analizaba las cuestiones más generales que permiten explicar por qué una cosa es lo que es y cuáles son los principios que la constituyen.
También se conoce esta rama más general de la filosofía con el término ontología, que significa "ciencia del ser". Para Aristóteles, era la forma suprema de filosofía. Por eso, la llamó filosofía primera.
2. La metafísica clásica
Durante muchos siglos, la metafísica se identificó con la filosofía y con la ciencia. Las demás ramas de la filosofía se derivaban de ella.
La metafísica clásica, caracterizada por un elevado nivel de abstracción, pretendía describir el denominador común de la realidad. Para ello, debía desarrollar la máxima generalidad, pues los rasgos de lo real estaban "más allá" y "trascendían" los aspectos concretos de los seres particulares. Era un saber de tipo trascendental.
Empleaba conceptos complejos, como esencia y existencia, sustancia y accidentes, atributos y propiedades, objetos reales y objetos ideales, necesidad y posibilidad, etc. Asimismo, creó categorías que servían para distinguir formas diferentes de realidad y clasificar las entidades en grupos.
El discurso metafísico es un discurso argumentativo: es un saber racional, con argumentos que deben estar fundamentados. Está presidido por ciertos principios o exigencias. Dos de ellos, ambos principios lógicos que orientan el discurso metafísico, tenían especial importancia:
1) El principio de no contradicción, que afirma que es imposible que, al mismo tiempo, un ser determinado tenga una propiedad y no la tenga.
2) El principio del tercero excluido, que afirma que cuando un objeto posee una propiedad determinada, posee esa y no otra.
Pero el avance de la ciencia experimental y las aportaciones de la física de Newton limitaron las pretensiones explicativas de la metafísica, cuyos problemas aparecían como cuestiones sin sentido. Kant intentó dar respuesta a las ambiciones de la metafísica clásica.
3. La actitud metafísica y sus rasgos
Hay una serie de rasgos generales que caracterizan lo que puede denominarse la actitud metafísica. Indicaremos cuatro especialmente importantes:
Es siempre un saber de principios: Pretende analizar los primeros principios de la realidad, aquellos de los que se derivan todos los demás y que permiten comprender lo que queremos decir cuando pensamos que algo "es".
Posee un carácter radical: Analiza la "raíz" de la realidad y trata de encontrar lo que constituye el ser de las cosas concretas. Obviamente, esto le permite ejercer una crítica de tipo radical, que no se detiene nunca.
Tiene una pretensión de totalidad: Desde esta perspectiva, pretende superar las diferencias de las cosas particulares. No se contenta con soluciones parciales ni con una especialización limitada. Quiere analizar el conjunto de la realidad para encontrar su sentido. Muchas de las grandes concepciones metafísicas desembocan en una imagen del mundo determinada, que explica lo que se considera real.
Considera la realidad humana una referencia fundamental: Todos los problemas que analiza tienen como referencia el universo del ser humano. Y es que, al intentar comprender la realidad, el ser humano pretende comprenderse a sí mismo; es decir, pretende hallar el sentido de su realidad y de su existencia.
lunes, 7 de julio de 2025
La conciencia moral
1. La voz de la conciencia
Con el término conciencia moral designamos la capacidad que tienen las personas para conocer y juzgar la bondad o maldad de las acciones, tanto propias como ajenas. La conciencia moral, además, mueve y orienta la conducta en la dirección que la persona considera correcta. Expresiones tales como "tengo la conciencia tranquila", "me remuerde la conciencia", "allá cada cual con su conciencia" o "he obrado según me dictaba la conciencia" reflejan claramente el significado moral y la importancia que concedemos a esta capacidad para orientanos en nuestra vida cotidiana.
En todos estos ejemplos el lenguaje popular habla de una especie de voz interior que inspira, obliga y sanciona la moralidad de nuestras acciones. Sin embargo, en su formulación habitual, esta voz aparece como algo demasiado misterioso; por eso la ética intenta aclarar qué es y cómo se desarrolla la conciencia en la vida de los individuos y las sociedades.
2. Heteronomía y autonomía
Para juzgar sobre la bondad o maldad de las acciones o de las normas, la conciencia se sirve de principios en virtud de los cuales la persona rige su vida. En ocasiones no nos percatamos muy bien de cuáles son nuestros principios, pero lo cierto es que cualquier persona se atiene a algunos, se dé cuenta o no de ello.
Estos principios pueden venirle impuestos o dárselos ella a sí misma, racional y libremente. En el primer caso hablamos de heteronomía y en el segundo, de autonomía:
- Una conciencia es heterónoma cuando se guía por:- Los dictados del instinto o las apetencias
- Por la tradición
- Por la autoridad de otros, sean personas concretas, sea una mayoría
Sin duda, las personas empezamos por aprender las normas en la sociedad en la que vivimos: en la familia, en la escuela, en el grupo de amigos de distintas edades. Es decir, que en principio nos vienen de "fuera". Pero eso no significa que seamos heterónomos.
Actuamos de forma autónoma si somos nosotros los que decidimos reflexivamente qué normas consideramos buenas y si somos capaces además de crear otras nuevas. Obramos de forma heterónoma, por el contrario, si nos guiamos por las apetencias o por lo que otros nos dictan, sin haber considerado por nuestra parte qué es lo propio de personas verdaderamente humanas.
La sociedad es el conjunto de las relaciones sociales. Pero, entre éstas, pueden distinguirse dos extremos: las relaciones de presión, en que lo propio es imponer al individuo, desde el exterior, un sistema de reglas de contenido obligatorio, y las relaciones de cooperación, cuya esencia es hacer nacer, en el interior de la mente, la conciencia de normas ideales que controlan todas las reglas. Las relaciones de autoridad y respeto unilateral dan lugar a las relaciones de presión y caracterizan la mayoría de los estados de hecho de la sociedad dada y, en particular, las relaciones entre el niño y el ambiente adulto que le rodea. Por el contrario, las relaciones de cooperación definidas por la igualdad y el respeto mutuo constituyen un sistema de equilibrio más avanzado.
3. Autonomía y universalidad
"Autonomía" equivale entonces a "autolesgislación", a darse a sí mismo leyes propias. Pero, en cuanto hablamos de leyes, estamos indicando que valen para un grupo o bien universalmente, porque una ley no puede valer para una sola persona. En el caso de la moral, las leyes han de valer universalmente porque son aquellas que cualquier persona debería cumplir, para ser verdaderamente humana y no inhumana.
Por eso, con la expresión "autonomía moral" nos referimos a la capacidad que tenemos las personas de guiarnos por aquellas leyes que nos daríamos a nosotras mismas porque nos parecen propias de seres humanos. No tiene, pues, nada que ver con "hacer lo que me dé la gana", ni tampoco con la independencia frente a toda norma.
4. El desarrollo de la concienciaComportarse de forma autónoma es una posibilidad que cada ser humano puede realizar o no. Si repasamos la historia, podremos observar que las conductas heterónomas están siempre relacionadas con situaciones de servidumbre, en sus distintas formas, mientras que los seres autónomos se comportan como seres dueños de sus propios actos, porque en definitiva el término "autonomía" es sinónimo de libertad: es libre quien se da a sí mismo sus propias leyes y las sigue, siempre que entendamos por "sus propias leyes" aquellas que extendería a todos los seres humanos.
sábado, 28 de junio de 2025
Metafísica
Todos sabemos que existen objetos y seres individuales. Para conocerlos, disponemos de nuestra capacidad de conocer, del uso del lenguaje y de los datos científicos. Sin embargo, hay una pregunta esencial para el ser humano: ¿qué es la realidad?
El análisis del problema de la realidad es el objeto de la metafísica, la más abstracta y compleja disciplina filosófica.
1. Introducción
Una de las más importantes preguntas que se hace la filosofía tiene por objeto comprender los rasgos comunes que posee todo aquello que "es", es decir, comprender el sentido de la realidad y de la trascendencia. Esa es la tarea de la metafísica.
La respuesta a este problema ha llevado a la construcción de grandes sistemas filosóficos que pretenden interpretar el conjunto de la realidad.
2. La ciencia y la realidad
A comienzos del siglo XXI, la ciencia ofrece la imagen generalmente admitida de eso que llamamos realidad. Pero los descubrimientos y los logros de la ciencia abren la puerta a enigmas cada vez más complejos.
En la Antigüedad, todo lo que hoy denominamos conocimiento era atribuido a la filosofía, considerada la máxima forma de saber racional. Pero el progreso científico hizo que muchos conocimientos siguieran un camino independiente de la filosofía. Estos conocimientos se convirtieron en ciencias especializadas, y la suma de todas ellas ofrece una imagen cabal del mundo que nos rodea.
Sin embargo, hay cuestiones comunes a todas las ciencias que no se resuelven en un laboratorio. Son problemas muy generales, que se encuentran más allá de toda especialidad y que afectan a todas las ciencias. Señalemos algunos: ¿cuál es el origen de las cosas?, ¿hay diferencia entre ser y existir?, ¿cuáles son los principios básicos de la realidad?, ¿hay algo que permanece en medio de los cambios y modificaciones de las cosas? Y, sobre todas ellas, una muy difícil de responder: ¿qué es la realidad? Todas son preguntas que se encuentran "más allá" de la ciencia.
3. ¿Qué es lo que hay?: La pregunta por la realidad
Ante la variedad de cosas que nos rodean, se plantean dos preguntas importantes. Parecen sencillas, pero su respuesta es compleja:
1) Heidegger se preguntaba "¿por qué hay algo y no más bien hay nada?"; es decir, ¿qué supone el que "haya" cosas?
2) La otra pregunta se expresa de este modo: ¿cuáles son los rasgos de "lo que hay"?; es decir, ¿qué queremos expresar cuando decimos de algo que es "real"?
4. Lo real y la ilusión
Eso de la realidad parece sencillo, pues nosotros somos reales y vivimos entre cosas reales que nos afectan. Ahora bien, algunas de estas cosas existen y otras no. Y ambas, curiosamente, "son". Es decir, forman parte de "lo que hay". Consideremos tres ejemplos:
1) Mi bolígrafo, mis vaqueros y mis amigos son reales y existen. Es decir, poseen una realidad concreta, que puedo ver, tocar y sentir. Pero hay muchas otras cosas que son reales y no tienen esa existencia tan inmediata. Por ejemplo, mis sentimientos, mis miedos, mi pasado; todos ellos son reales, pero no tienen la misma existencia que los objetos materiales.
2) El asunto se complica más si pensamos que hay algunas cosas que no son reales, pero lo parecen y tienen influencia en nuestras vidas. Pensemos en un juego de la consola, en lo que aparece en la pantalla de nuestro ordenador o de nuestra televisión, en lo que hemos visto cuando visitamos un parque temático. Todas esas cosas no tienen existencia material, pero "son" de alguna manera. Es decir, forman parte de la realidad. Las llamamos realidades virtuales.
3) Por último, sabemos que hay ilusiones, alucinaciones, engaños. Algunos son positivos, como los deseos o las esperanzas. Otros son negativos, como las alucinaciones, que nos ocultan la realidad verdadera y nos hacen creer que ellas son la realidad. Pero ambos tienen relación con la realidad: son producidos por ella. Y muestran hasta qué punto la realidad puede ser fuente de engaños.
5. La realidad del mundo externo
Los problemas que se derivan de los ejemplos indicados han ocupado durante siglos el trabajo de los filósofos. Pueden ordenarse en una serie de posturas que permiten situar nuestra relación con la realidad. Mencionemos las más importantes:
1) Realismo del sentido común: Hay un mundo real y exterior a nosotros que es captado por los sentidos y analizado por la ciencia. Esta postura es la más habitual y extendida.
2) Escepticismo: Nuestros sentidos no nos proporcionan una imagen fiable del mundo externo; muchas veces nos engañan y nos hacen ver u oír cosas que no son reales. Por tanto, es preciso dudar de los datos que nos proporcionan los sentidos acerca del mundo exterior.
3) Idealismo: Cuando analizamos el mundo real, sólo contamos con nuestras ideas acerca de ese mundo. Por tanto, sólo existe el universo de nuestra mente y de nuestras percepciones. Es decir, únicamente existen nuestras "ideas" del mundo exterior. El mundo sólo existe cuando lo percibo.
4) Fenomenismo: No es posible ofrecer una imagen general del mundo. El mundo real no es más que el conjunto de "fenómenos" sensoriales y percepciones que de él podemos tener.
Estas posturas se encuentran en el origen de las discusiones acerca de la realidad y del conocimiento del mundo exterior. La pregunta por la realidad es el objeto de una rama especializada de la filosofía denominada metafísica.
viernes, 9 de mayo de 2025
El horóscopo y otras pseudociencias
El horóscopo es una de las múltiples formas de adivinación del futuro, como las líneas de la mano, la bola de cristal, el tarot, etc. Existen también otras muchas prácticas que pretenden contactar con el "más allá", como son la magia, los hechizos, los contactos extraterrestres, las apariciones y demás fenómenos parapsicológicos y ciencias ocultas. Todos ellos son tan antiguos como la curiosidad, el miedo y la credulidad.
Si observamos de cerca un horóscopo, encontraremos enseguida profundas diferencias con la ciencia. Y también con el valor antropológico que se da a la religión desde la filosofía. Mario Bunge establece una distinción muy clara entre el proceder científico y el pseudocientífico. La pseudociencia invoca entes inaccesibles a la observación empírica, no somete sus especulaciones a contrastación, no cambia sus principios cuando fallan o ante nuevos hallazgos, y no es el resultado de un trabajoso proceso de análisis y matematización.
La lógica de las "mancias" o pseudociencias incurre en falacias. Citemos por ejemplo las predicciones vagas, que son tan imprecisas y frecuentes que se dan siempre ("En algún momento te sentirás feliz junto a los tuyos") y también la predicción múltiple, que alguna vez ha de acertar ("Serás feliz", "Tendrás amor", "Ganarás dinero", etc.).
Los psicólogos y los sociólogos insisten, por otro lado, en la función ilusoria y de sustitución que cumplen estas "mancias" ante la sensación de vacío e inseguridad de la sociedad contemporánea. La mentalidad postmoderna ha roto con los grandes sistemas políticos y religiosos, dejando un vacío ideológico que permite el resurgir de estas pseudociencias.
sábado, 3 de mayo de 2025
El buen uso del lenguaje en filosofía
Se puede decir que el lenguaje es una conversación colmada de secretos; a veces, nos entendemos con medias palabras, y otras, nos malentendemos con discursos muy largos. Todo lenguaje se desenvuelve entre la transparencia y la ocultación. El lenguaje es un conjunto de signos que no siempre representan el significado de modo ajustado y, por eso, llama con frecuencia al engaño.
El uso que hacemos de las palabras y de los enunciados también es a menudo una fuente de error. No es lo mismo utilizar el término fuego para pedir lumbre que gritar "¡Fuego!" en una sala abarrotada de público. Por otra parte, la ambigüedad del lenguaje es tal que muchas veces se usa para ocultar realidades desagradables o inconvenientes.
El lenguaje esconde trampas y malentendidos aun cuando se use con voluntad de verdad; por eso, la función de la filosofía es su clarificación. La filosofía vela para que el lenguaje describa correctamente la realidad y no sea un teatro de ilusiones y errores.
Sugerencias para el buen uso del lenguaje en filosofía
A continuación, vamos a proponer algunas pautas para el buen uso del lenguaje en el discurso filosófico:
Debe utilizarse para elaborar ideas, no para confundir como, parece ser, hacías los sofistas. Cuando algo se puede exponer con un término sencillo y claro no acudir a otro oscuro y complicado.
Resistir la tentación de la imprecisión, pues conduce al error. No darse por satisfecho hasta encontrar la expresión adecuada. Éste es un proceso que conlleva muchas revisiones. Los lenguajes filosóficos se caracterizan por la constancia en la verdad y el ejercicio de la crítica.
Desenmascarar las trampas del lenguaje, como, por ejemplo, la creencia en objetos abstractos, que no por tener un nombre son reales; la confusión de ámbitos, generalmente el mental y el físico; la definición sesgada de términos por para deducir conclusiones favorables, o la mezcal del lenguaje-objeto, que habla del mundo, y el metalenguaje.
Analizar supuestos y presuposiciones. Es una tarea previa a la formulación de hipótesis y a la elaboración de un discurso. Se trata de advertir los supuestos implícitos en nuestro pensamiento, de ordenarlos y de constatar lo que puede ocurrir cuando no se diferencia entre presuposiciones y hechos.
Aceptar el pluralismo en la expresión del pensamiento. Algunos filósofos hacían preguntas para ayudar a engendrar la vedad en el otro. Tal fue el caso de Sócrates. Otros se confiaron al arte de la metáfora, como Heráclito o Nietzsche. Otros elaboraron abstractos discursos perfectamente ensamblados, como Hegel o Spinoza.
lunes, 30 de diciembre de 2024
Las revoluciones científicas del siglo XX
En el siglo XX se han producido tres grandes revoluciones que han cambiado el modo de entender la realidad:
- En el ámbito de la física, las teorías de la relatividad y cuántica originan un nuevo concepto de la estructura del universo y de la materia.
- En el ámbito biológico, la bioquímica y la genética muestran la vida como resultado de la complejidad y autoorganización de la materia.
- En el ámbito humano, la revolución digital y las neurociencias relacionan la conciencia con la física y la biología, respectivamente.
Albert Einstein, a partir del descubrimiento del efecto fotoeléctrico, llegó a la conclusión de que la luz se comporta como onda y como partícula, y su velocidad es constante. Era el inicio de la teoría de la relatividad.
Según la teoría especial de la relatividad, no hay ningún movimiento absoluto, ni ningún punto de referencia fijo, como exigía la física de Newton. Y, por tanto, no existen el tiempo y el espacio separados, sino un continuo espacio-tiempo. La masa y la energía son intercambiables, de acuerdo con la consabida fórmula: E = m c²
La teoría general de la relatividad explica el movimiento acelerado de los cuerpos y, en especial, la gravedad como una curvatura del espacio-tiempo, representado, gracias a la nueva geometría, como un espacio cuatridimensional.
La comprensión de estos enunciados es poco intuitiva. Su elevada abstracción requiere de analogías para entenderlos. La relatividad de toda observación puede comprenderse si nos situamos en el interior de un tren y comprobamos que los postes de la catenaria parecen pasar más deprisa o más despacio según estemos quietos o caminemos dentro del tren.
2. La teoría cuántica
Esta teoría pretende explicar la estructura de la materia en el nivel atómico y subatómico. En 1900, Max Planck demostró que la materia absorbe o emite energía en unidades limitadas llamadas quanta. Más adelante, otros físicos, como Bohr, Dirac, Heisenberg y Schroedinger, llegaron a la conclusión de que la materia se compone de átomos, y estos, de pequeñas partículas muy próximas al límite de lo inobservable.
Estas partículas tienen una naturaleza dual: unas veces se comportan como puntos de masa y otras como ondas, de manera que sola una ecuación matemática puede expresarla. Esta ecuación no describe un comportamiento exacto, sino solamente una tendencia o probabilidad.
Heisenberg formula este carácter indeterminista del mundo subatómico en el llamado principio de indeterminación: "No se puede medir a la vez la velocidad y la posición de una partícula". Es decir, se puede predecir, bien la velocidad, bien la posición de una partícula, pero no ambas a la vez. Este descubrimiento supone el fin del determinismo.
3. El big-bang y la nueva imagen del universo
El gran reto de la física actual es la unificación de las teorías cuánticas y de la relatividad. La revolución cuántica trajo consigo el descubrimiento de dos nuevas fuerzas que se suman a las ya conocidas de la gravedad y el electromagnetismo. Estas son la fuerza nuclear "fuerte", que mantiene unido el núcleo del átomo, y la fuerza nuclear "débil", que actúa en el interior de los protones y neutrones del núcleo.
Las fuerzas nucleares "fuerte" y "débil" desarrollan una extraordinaria energía muy concentrada y de alcance muy limitado. En el otro extremo, la gravedad opera de forma inversa. No es la de mayor potencia, pero sí la de mayor alcance. Las fuerza electromagnética mantiene la cohesión de los átomos mediante la atracción y la repulsión de los protones y electrones, fenómeno que llamamos electricidad.
A estas cuatro fuerzas se les llama también metafóricamente "cuerdas", por su función energética de integración o enlace. La teoría de unificación más aceptada es la teoría de la supercuerda. Propuesta en la década de 1980, intenta describir la totalidad del universo como constituido por unas entidades abstractas semejantes a cuerdas, infinitamente pequeñas, que se encuentran vibrando y girando bajo una gran tensión. Las partículas serán estados vibracionales, nodos o puntos de oscilación de esas cuerdas.
Bajo esta misma perspectiva unificadora se sitúan las teorías sobre el origen del universo. La más consistente es la conocida como big-bang o gran explosión. En 1948, George Gamow, basándose en estudios anteriores sobre la radiación del fondo del universo, propuso una imagen de éste en expansión. El momento inicial fue una gran explosión de un punto primordial de energía casi infinita y materia casi nula, por tanto, de elevadísima densidad y temperatura.
El espacio-tiempo se originó en la misma explosión y con él las primigenias partículas y los primeros núcleos de hidrógeno y helio. En billonésimas de segundo se fueron constituyendo los átomos y, en virtud de la atracción de la gravedad, se fueron concentrando en estrellas y planetas. Este universo podría seguir expandiéndose o, previsiblemente, acabar en una implosión (big-crunch), en la que todos los elementos constituyentes retrocederán hasta fusionarse de nuevo en la partícula inicial.
4. Los agujeros negros
Un agujero negro es una deformación del espacio-tiempo causada por una estrella en extinción que al enfriarse provoca una gran campo gravitatorio. Todo cuanto se acerca a él, incluida la luz, es absorbido. Según Stephen Hawking, el universo es un continuo de infinitos y pequeñísimos agujeros negros, y lo que llamamos el vacío cósmico no es tal, sino el resultado de la neutralización de una partícula y su antipartícula. En los agujeros negros siempre se pierde una partícula o su antipartícula, borrándose así la mitad de la información e incrementando, por tanto, la naturaleza indeterminada de la materia. Incluso, a veces, el agujero se perfora abriendo paso a otros universos paralelos.
5. La revolución digital
La investigación teórica nunca ha sido separada de la técnica. Pero hoy día, la relación es tan estrecha que no se daría la una sin la otra. Así, hemos creado el término tecnociencia para indicar esta dependencia recíproca.
Actualmente, no es posible realizar una investigación sin la colaboración de complejos sistemas informáticos. La revolución digital es otra gran aportación de la tecnociencia en nuestro tiempo.
La digitalización consiste en reducir toda información a un sistema matemático basado en dos valores o dígitos: el uno y el cero. Estos valores numéricos se traducen, mediante un transistor, en impulsos eléctricos. Toda imagen, texto o sonido puede ser convertida en dígitos y procesada electrónicamente en los ordenadores, permitiendo cálculos y simulaciones inconcebibles por la mente humana.
Esta tecnología abre un nuevo universo: el espacio cibernético, semejante a una gran "retícula neuronal", una tupida red de conexiones libres donde la mente humana entra y sale cuando y donde quiere. Esta profunda transformación ha dado lugar a una visión globalizada del mundo y sobre todo a una situación de comunicación total.
En este especio cibernético, la televisión, la telefonía e internet cumplen una función mediadora entre la realidad física y la mente humana. En muchos casos, ya la realidad física va siendo sustituida por la realidad virtual. Así se va configurando una especie de "mente universal" como si de otro espacio infinito se tratara.
Las neuronas de nuestro cerebro funcionan como diminutos ordenadores conectados en red, y el espacio cibernético, como una actividad cerebral ejecutada por millones de neuronas artificiales. Incluso, se está planteando la conexión directa entre el ordenador y el cerebro.
En este contexto, se difuminan las fronteras entre lo material y lo mental, entre la máquina y la inteligencia. La relación entre inteligencia natural y artificial se constituye como lugar de encuentro de las revoluciones cuántica y digital. La energía, la materia y la información no son ámbitos tan dispares como aparecen ante el sentido común y, como veremos a continuación, también el ámbito de la vida está íntimamente unido a ellos.
6. La revolución biológica
La revolución biológica es el resultado de tres grandes aportaciones. La primera es la teoría de la evolución. Las otras dos surgen del campo de la bioquímica y de la genética.
En 1953, Stanley Miller logró sintetizar en laboratorio los primeros elementos de la vida, y con ello mostró la vida surgiendo de la materia. Estableció la relación entre química y vida. Consiguientemente, también la relación entre el origen del universo y el origen de la vida.
A partir del big-bang, los procesos oscilatorios de la energía y la materia cristalizaron en diminutas partículas que iniciaron un camino de complejidad y autoorganización que constituyen la prehistoria de la vida. Algunas de las primeras biomoléculas adquirieron, en virtud de esa complejidad, dos rasgos muy característicos de la vida: la replicación y la relación consigo mismas. El ser vivo adquiere interioridad y se convierte en un sistema abierto con propiedades emergentes. La conciencia sería una de estas propiedades.
Tanto la identidad como la replicación son posibles por la información o programación que posee la célula: el código genético. El descubrimiento de la doble hélice de ADN por Francis Crick y James Watson y el posterior desciframiento de sus secuencias o genes han sido un paso decisivo en la explicación y el dominio de la diversidad biológica. Tal diversidad es el resultado de casi infinitas combinaciones de solo cuatro elementos o bases (adenina, citosina, timina y guanina).
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