El hombre y, en general, todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no solo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sola las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como fin. [...] Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tiene, empero, si son seres irracionales un valor meramente relativos como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio, los seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos; esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho y es un objeto de respeto.
Immanuel Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres
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