jueves, 21 de diciembre de 2023

La importancia de los nombres: aprender a nombrar

La filosofía se esfuerza en crear nombres precisos y en nombrar con rigor. Por eso, aprender a hacer filosofía exige aprender a nombrar. Es una tarea compleja que encierra una serie de problemas importantes. Veamos algunos de ellos.
Dar un nombre es un acto de extraordinaria importancia. Los dioses daban nombre a cuanto habían creado. Y es que dar un nombre supone reconocer la existencia y la importancia de aquello que se nombra. El nombre es, en cierto modo, un carnet de identidad. Nuestro nombre propio nos identifica como sujetos y como personas, con nuestros deberes, nuestros derechos y nuestra historia.
El acto de nombrar es un combate contra la oscuridad y la imprecisión. Los diccionarios son un reflejo de esta lucha. Aunque parezcan aburridos, son libros vivos: registran los significados de los nombres para que podamos usarlos de un modo preciso.
Por último, dar un nombre supone, casi siempre, advertir que todo nombre tiene una historia. Los nombres son seres vivos que hunden sus raíces en tiempos remotos. Los grandes filósofos, como los grandes poetas y los científicos relevantes, se esforzaron en encontrar nombres y en nombrar de modo adecuado.

Sugerencias para "aprender a nombrar"

Saber nombrar es una tarea muy difícil que puede durar toda una vida, pero en cualquier momento podemos iniciarnos en ella. Aquí te presentamos algunas indicaciones para practicarla. Imaginemos que queremos dar nombre a un objeto que no conocemos. Para ello, podemos realizar las siguientes tareas:

1 - Observar detalladamente aquello que deseamos nombrar para conocer sus rasgos esenciales.

2 - Escribir todos los nombres que se nos ocurran para identificar esos rasgos. Posteriormente podemos ordenarlos según sea su importancia y su adecuación para describir el objeto que queremos nombrar.

3 - Seleccionar dos o tres nombres de nuestra lista y probar cuál de ellos describe mejor lo que estamos nombrando.

4 - Consultar el diccionario para buscar el origen de los nombres que hemos elegido (su etimología), así como las semejanzas (sinónimos) y las diferencias (antónimos) entre ellos.

5 - Elegir, finalmente, un nombre que sirva para describir el objeto en cuestión, y comunicar a los demás nuestra elección para ver si lo entienden y saben emplearlo. Si los demás comprenden nuestra decisión, podemos utilizar ese nombre.

Nombres nuevos, situaciones nuevas

En nuestra época hay nombres que todos usamos incluso aunque no sepamos muy bien lo que significan y que no se conocían a comienzos del siglo pasado, como por ejemplo, ordenador, televisión, antibiótico, tarjeta de crédito, sida.

Emplear nombres prestados

En el lenguaje cotidiano empleamos nombres y expresiones que pertenecen a idiomas distintos del nuestro. Y lo hacemos sin pensar en ello, aunque esto puede plantear algunos problemas de comprensión.

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