1. Del monólogo al diálogo
En ética, la tradición dialógica arranca de Sócrates (siglo V a.C.) y pasa por el personalismo de autores como Martin Buber (siglo XX). Actualmente resurge con fuerza en la ética discursiva creada por Karl Otto Apel y Jürgen Habermas, que tiene -entre otras- la peculiaridad de intentar "poner en diálogo" la ética kantiana. Creen ambos autores que la aportación kantiana es óptima, pero adolece de un defecto: considera la racionalidad moral "monológica", cuando en realidad es dialógica. Las personas no llegamos a la conclusión de que una norma es ley moral o es correcta individualmente, sino a través del diálogo con los demás. Ahora bien, ¿a través de cualquier diálogo?
2. El test del discurso
Supongamos que ponemos en cuestión una de las normas que hemos dado por buenas hasta el momento y que queremos averiguar si el moralmente correcto o no. Si fuéramos kantianos estrictos, la someteríamos al test del imperativo categórico, pero la ética discursiva propone someterla a un diálogo entre los afectados por la norma, que recibirá el nombre de discurso y se atendrá a algunas reglas.
Ahora bien, para comprobar, tras el discurso, si la norma es correcta, habrá de atenerse a dos principios:
🝕 El principio de la ética del discurso, que es una reformulación dialógica de la autonomía kantiana. "Sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso práctico".
3. Reglas del discurso
4. Comunicación: no estrategia
La norma sólo se declarará correcta si todos los afectados por ella están de acuerdo en darle su consentimiento, porque satisface, no los intereses de la mayoría o de un individuo, sino intereses universalizables. El acuerdo al que lleguemos no será un pacto estratégico, en el que los interlocutores se instrumentalizan recíprocamente para alcanzar cada uno sus metas individuales, sino el resultado de un diálogo en el que se aprecian recíprocamente como interlocutores igualmente facultados, y tratan de llegar a un acuerdo que satisfaga intereses universalizables. Esto significa que la racionalidad de los pactos es racionalidad instrumental, mientras que la racionalidad de los diálogos es comunicativa y tiene en cuenta los intereses de todos.
Evidentemente, en ocasiones habremos de servirnos de estrategias, pero sólo actúa moralmente el que lo hace tratando de establecer las bases de una sociedad en que sea posible la comunicación transparente, sin peligro para nadie.
5. ¿De qué somos dignos?
Hablar de "dignidad humana" carece de sentido si no aclaramos de qué somos dignos. La ética del discurso afirma que cada persona ha de reconocerse como interlocutor válido en cuantas normas le afecten. Por lo tanto, cuando se delibere sobre la corrección de esas normas, somos dignos de ser tenidos en cuenta en las decisiones: tenemos que poder participar en los diálogos en las condiciones más próximas posible a la simetría.
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