La experiencia de estar perdidos en el monte, o en un bosque, puede ser angustiosa. Aunque al principio tenga cierto sabor de aventura, conforme van pasando las horas se convierte en la pesadilla de no saber qué hacer ni hacia dónde caminar. El resultado puede ser la pérdida de la propia vida. Pero este tipo de situaciones puede prevenirse aprendiendo a utilizar los instrumentos de orientación, como la brújula y el mapa. Para ello es necesario entrenarse con ayuda de quienes ya saben manejar esas herramientas. De ese modo será más fácil encontrar el camino de salida.
Una caravana en el desierto necesita un experto guía para llegar a su meta. En la vida moral, los valores que prefiramos orientan nuestras decisiones. |
Para conocer nuestra identidad personal y la de las demás personas o la de una sociedad, es fundamental saber qué valores son los preferidos, porque ellos configuran los modos de ser. Para averiguarlo hay que mirar a las acciones concretas: en nuestras elecciones diarias es donde se descubre qué es lo que verdaderamente preferimos. Esto es así porque los valores tienen un componente emotivo (mueven el sentimiento), un componente intelectual (son razonables) y otro componente experiencial (se les comprende mejor cuanto más se incorporan a la propia vida).
2. Hechos y valores
Para comprender mejor qué son los valores, hemos de subrayar la diferencia que hay entre describir hechos y hacer valoraciones. Por ejemplo, no es lo mismo relatar cómo es el físico de una persona expresando datos de estatura, peso, color de piel, color de pelo, etc. (hechos), que afirmar que la persona en cuestión «es insobornable» (valor) o bien que es «digna de toda confianza» (valor).
Al describir hechos estamos utilizando un lenguaje descriptivo que permite expresar datos fácilmente comprobables como verdaderos o falsos: «mide 1'80», «pesa ochenta kilos», «su pelo es castaño oscuro», etc.
En cambio, cuando hacemos juicios de valor estamos usando un lenguaje valorativo que indica orientaciones para la acción de uno mismo o de los demás. Porque si decimos, por ejemplo, «esta persona es insobornable», normalmente estamos indicando que valoramos positivamente la rectitud moral que esa persona muestra a través de sus comportamientos habituales, y al mismo tiempo estamos dando a entender que ese valor positivo debería orientar la conducta de cualquier persona, incluido uno mismo.
Con el lenguaje descriptivo decimos cómo es una realidad, mientras que el lenguaje valorativo nos sirve para indicar cómo debería ser. En el primer caso hablamos de cuestiones de hecho, mientras que en el segundo se trata de cuestiones de valor. En la práctica, ambos aspectos de la realidad aparecen mezclados, pero no conviene confundirlos.
3. Tipos de valores
El ejemplo de la persona insobornable tiene relación con los valores morales. En este caso, decir que esa persona tiene incorporado el valor de la insobornabilidad equivale a decir que dicha persona, hasta hoy, se ha venido comportando de una manera que consideramos moralmente positiva, a saber, ha sabido rechazar el soborno.
Pero existen también otros tipos de valores: económicos (eficacia, eficiencia, etc.), vitales (salud, vitalidad, energía, etc.), religiosos (santidad, fe religiosa, etc.), intelectuales (verdad, exactitud, rigor científico, etc.) y estéticos (belleza, elegancia, armonía, creatividad, etc.).
Para cada tipo de valores necesitamos criterios o cánones de valoración diferentes, que estudian las disciplinas correspondientes.
4. Los valores morales
Los rasgos característicos de los valores específicamente morales son los siguientes:
Los valores pueden ser apreciados por todos, es decir, todas las personas pueden incorporarlos a sus vidas. Por tanto, los valores morales valen universalmente, es decir, todas las personas los pueden considerar igualmente válidos.
5. Normas morales
Una norma moral es cualquier imperativo que orienta la conducta de las personas para ir realizando valores morales. Por ejemplo, si pretendemos tomar en serio el valor de la igualdad, trataremos de cumplir la norma "No se debe discriminar a nadie por la raza, el sexo, el idioma o las creencias". Pero ha de hacerse en conciencia y no como una estrategia para lograr algún beneficio egoísta. Porque las normas morales no tienen nada que ver con posibles recompensas o castigos, sino que obligan a cada cual ante sí mismo: si uno las cumple, siente que se humaniza, y si no las cumple, siente remordimientos.
Esto lo veremos más claro si comparamos los principales tipos de normas:
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