La filosofía nace de nuestro asombro por la existencia del mundo y de nuestra propia existencia, que se imponen a nuestro entendimiento como un enigma cuya solución no ha dejado nunca de preocupar a la humanidad.
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Tener espíritu filosófico equivale a ser capaz de asombrarse de los acontecimientos habituales y de las cosas de todos los días, de proponerse como objeto de estudio lo que es más general y más ordinario.
A. Schopenhauer: El mundo como voluntad y representación
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