domingo, 17 de marzo de 2024

Valores básicos del pluralismo moral

1. Unos mínimos morales compartidos

Las exigencias mínimas de justicia, en las que están de acuerdo las distintas concepciones morales de vida buena de una sociedad pluralista, son unas exigencias que hemos aprendido históricamente porque, como dice Jürgen Habermas, las sociedades no sólo aprenden técnicamente, sino también moralmente. Ese aprendizaje es similar al que realiza un niño que, aunque al principio le parece justo aquello que le conviene y más tarde lo que conviene a su sociedad, acaba considerando como justo lo que conviene a cualquier persona. Por eso, para juzgar si una norma es justa, intenta ponerse en el lugar de cualquier otro.

Esto ha ocurrido también en las sociedades occidentales, que, en realidad, cuando hablan sobre lo que es justo e injusto, consideran justas aquellas normas que favorecen a todos los afectados por ellas aunque después las infrinjan frecuentemente. Con lo cual hay unos mínimos de justicia con respecto a los cuales ninguna sociedad quiere retroceder, al menos verbalmente. Esos valores básicos componen lo que se llama la ética cívica.

2. Los valores de la ética cívica

Si nos preguntamos qué valores se necesita mantener y fomentar para que sea posible el pluralismo moral, lo primero que descubrimos es que no vale todo: algunos valores pueden servir como marco de convivencia pacífica y justa entre seres humanos, mientras que otros no sólo no sirven, sino que pueden ser un obstáculo para esa convivencia. Por eso, una detenida reflexión sobre los valores que pueden formar parte de la ética cívica muestra que, como mínimo, se precisas los cinco valores siguientes:

 La libertad, entendida como:

  • Como autonomía moral: Cada persona es muy libre de querer unas cosas u otras, siempre que no dañe a los demás. La sociedad está obligada a ayudarle a descubrir qué es lo que realmente quiere y a no impedirle llevarlo a cabo.
  • Como autonomía política: Cada ciudadano está legitimado para participar activamente en su comunidad política.

 La igualdad, que es:

  • Eliminación de la dominación: Ningún individuo ni grupo de individuos puede poseer un bien dominante, es decir, un tipo de bien tal que, si se posee, se poseen con él todos los demás. Por ejemplo, que mediante el poder político se pueda poseer también el económico, el cultural, incluso la belleza, o que el bien dominante sea el poder económico.
  • La igualdad exige que cada persona pueda disfrutar de una cantidad razonable de cada uno de los bienes y además destacar en algunos de ellos. Prohíbe que algunas personas se apoderen de todos los bienes en grado máximo.
  • Cada persona ha de tener el mínimo material, social y cultural para desarrollar una vida digna: un ingreso suficiente, educación, vivienda, asistencia sanitaria, ayuda en la enfermedad y vejez...
  • Igualdad de oportunidades para ocupar cargos y empleos, disminuyendo las desigualdades naturales y sociales en que nacemos.
  • La sociedad ha de procurar que todas las personas alcancen un razonable nivel de autoestima: que tengan una valoración positiva de sí mismas como personas que pueden llevar adelante con éxito proyectos de vida permisibles.

Desahucios en Francia en 2013


  La solidaridad: En un mundo de desigualdades naturales, que se pueden paliar, pero no eliminar del todo (siempre hay enfermos, débiles), es imposible que todas las personas sean libres e iguales sin la solidaridad de los demás. Pero la solidaridad exige dos tipos de acción:

  • Apoyar al débil para que alcance la mayor autonomía y autoestima posibles.
  • Explotar al máximo los propios talentos en provecho del grupo y de la sociedad.
Las sociedades occidentales actuales han alcanzado algunos logros de solidaridad que se consideran irrenunciables porque benefician a todos los ciudadanos: la extensión de la enseñanza obligatoria y gratuita, el derecho a la asistencia sanitaria, un sistema de pensiones para los jubilados, etc.

 La tolerancia o el respeto activo de aquellas concepciones de felicidad que no compartimos. Decimos «respeto activo», y no sólo «tolerancia», porque la sola tolerancia tiene el inconveniente de poder convertirse fácilmente en indiferencia, y entonces más que interesarnos por que los otros puedan vivir según sus convicciones y sus criterios, caemos en el desinterés, en dejar que cada uno se las componga como pueda. Por eso la tolerancia, así entendida, es todavía un valor bastante inferior al verdaderamente positivo, que más que tolerancia es respeto activo.
Consiste el respeto activo en el interés por comprender a otros y por ayudarles a llevar adelante sus planes de vida. En un mundo de desigualdades, en que unos son más fuertes que otros en determinados aspectos, sin un respeto activo es imposible que todos puedan desarrollar sus proyectos de vida, porque los más débiles rara vez estarán en condiciones de hacerlo.

※ Una actitud dialógica para resolver los problemas. A lo largo de la historia hemos ido comprobando que la manera más humana de resolver los problemas es el diálogo. Porque la violencia no sólo no resuelve los problemas, sino que las más de las veces inicia una imparable espiral de violencia; las imposiciones dictatoriales producen un daño ya en el presente y además generan sentimientos de odio y venganza que puede durar siglos. Pero el diálogo sólo puede ser considerado un valor si se toma realmente en serio, respetando las reglas básicas de equidad y respeto mutuo que los diferencian de un simple intercambio de monólogos.

3. Unos máximos activamente respetados

Son sociedades pluralistas aquellas en las que exigimos moralmente unos mínimos y respetamos activamente unos máximos.
Los valores máximos son los ideales de vida buena, los proyectos de felicidad que ofrecen las distintas concepciones religiosas y filosóficas, es decir, los distintos modos de concebir al ser humano, su historia y su posible realización plena. Estas concepciones, que han ido haciéndose históricamente en convivencia, han llegado ya a compartir los mínimos de una ética cívica en lo que John Rawls llama un «consenso entrecruzado», pero los fundamentan desde premisas diferentes. Es esencial entonces potenciar esos mínimos que ya unen a todos y permiten construir un mundo juntos y respetar activamente las premisas que dan vida a cada concepción.

Los valores éticos en los que coinciden las religiones

➀ Compromiso a favor de una cultura de la no-violencia y respeto a toda vida.
➁ Compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo.
➂ Compromiso a favor de una cultura de la tolerancia y un estilo de vida honrada y veraz.
➃ Compromiso a favor de una cultura de igualdad y camaradería entre hombre y mujer.

II Parlamento de las Religiones del Mundo, Chicago 1993
Declaración Hacia una ética global: una declaración inicial

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