jueves, 21 de diciembre de 2023

La importancia de los nombres: aprender a nombrar

La filosofía se esfuerza en crear nombres precisos y en nombrar con rigor. Por eso, aprender a hacer filosofía exige aprender a nombrar. Es una tarea compleja que encierra una serie de problemas importantes. Veamos algunos de ellos.
Dar un nombre es un acto de extraordinaria importancia. Los dioses daban nombre a cuanto habían creado. Y es que dar un nombre supone reconocer la existencia y la importancia de aquello que se nombra. El nombre es, en cierto modo, un carnet de identidad. Nuestro nombre propio nos identifica como sujetos y como personas, con nuestros deberes, nuestros derechos y nuestra historia.
El acto de nombrar es un combate contra la oscuridad y la imprecisión. Los diccionarios son un reflejo de esta lucha. Aunque parezcan aburridos, son libros vivos: registran los significados de los nombres para que podamos usarlos de un modo preciso.
Por último, dar un nombre supone, casi siempre, advertir que todo nombre tiene una historia. Los nombres son seres vivos que hunden sus raíces en tiempos remotos. Los grandes filósofos, como los grandes poetas y los científicos relevantes, se esforzaron en encontrar nombres y en nombrar de modo adecuado.

Sugerencias para "aprender a nombrar"

Saber nombrar es una tarea muy difícil que puede durar toda una vida, pero en cualquier momento podemos iniciarnos en ella. Aquí te presentamos algunas indicaciones para practicarla. Imaginemos que queremos dar nombre a un objeto que no conocemos. Para ello, podemos realizar las siguientes tareas:

1 - Observar detalladamente aquello que deseamos nombrar para conocer sus rasgos esenciales.

2 - Escribir todos los nombres que se nos ocurran para identificar esos rasgos. Posteriormente podemos ordenarlos según sea su importancia y su adecuación para describir el objeto que queremos nombrar.

3 - Seleccionar dos o tres nombres de nuestra lista y probar cuál de ellos describe mejor lo que estamos nombrando.

4 - Consultar el diccionario para buscar el origen de los nombres que hemos elegido (su etimología), así como las semejanzas (sinónimos) y las diferencias (antónimos) entre ellos.

5 - Elegir, finalmente, un nombre que sirva para describir el objeto en cuestión, y comunicar a los demás nuestra elección para ver si lo entienden y saben emplearlo. Si los demás comprenden nuestra decisión, podemos utilizar ese nombre.

Nombres nuevos, situaciones nuevas

En nuestra época hay nombres que todos usamos incluso aunque no sepamos muy bien lo que significan y que no se conocían a comienzos del siglo pasado, como por ejemplo, ordenador, televisión, antibiótico, tarjeta de crédito, sida.

Emplear nombres prestados

En el lenguaje cotidiano empleamos nombres y expresiones que pertenecen a idiomas distintos del nuestro. Y lo hacemos sin pensar en ello, aunque esto puede plantear algunos problemas de comprensión.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

La moda y el ser humano

El actual fenómeno de la moda tiene mucho que ver con lo que sea el ser humano: su personalidad, sus deseos, sus pasiones y sus inquietudes. Quiere darles una respuesta y pretende, como dicen los creadores de moda, que cada uno "se sienta bien".
Podmoes decir que la moda es un conjunto de convenciones que afectan al modo de entender la apariencia del ser humano y de la sociedad en la que vive. Su esencia es el cambio: se modifica cada temporada. Impone unas normas que permiten identificar con su tiempo a quienes las cumplen.
Podemos comparar la moda con una "máquina" de igualar y uniformizar. Los vaqueros son un producto universal que se lleva en todo el mundo. Lo mismo ocurre con determinados trajes o formas de peinado. Hace que hombres y mujeres parezcan clones.
Ahora bien, la moda también pretende destacar algunos rasgos de cada uno de nosotros, y crea, con ellos, una determinada apariencia, o look, que nos da la ilusión de ser la "nuestra". Pero a veces no es así. Y es que la moda equipara la apariencia y la identidad, aunque no sean lo mismo.
Además, la moda combina la mirada propia y la mirada de los otros. En efecto, cuando nos ponemos una ropa determinada, nos sentimos de una manera y deseamos encontrarnos bien con ella. Es decir, crea una mirada sobre nosotros mismo. Pero esta mirada se combina siempre con la que los demás tienen sobre nosotros.
Finalmente, la moda pretende crear imágenes diferentes de cada uno de nosotros. Es como un almacén de disfraces. Seguir la moda supone, en muchas ocasiones, construirse una imagen distinta de sí mismo en cada temporada. Eso nos da la ilusión de modificar nuestra identidad sin que hayamos cambiado nada, pues seguimos siendo lo que somos.

martes, 19 de diciembre de 2023

Sócrates: El inicio de la ciencia

"Sócrates, por su parte, se ocupaba de estudiar las virtudes éticas y trataba, el primero, de definirlas universalmente [...] Dos son, pues, las cosas que cabe atribuir en justicia a Sócrates: los razonamientos inductivos y las definiciones universales. Y ambas están, ciertamente, en el principio de la ciencia."

Aristóteles: Metafísica

lunes, 18 de diciembre de 2023

Protágoras: el agnosticismo sofista

"En lo referente a los dioses, no estoy en disposición de saber si existen o si no existen, ni a qué se asemejan o cómo son en cuanto a su forma; porque hay muchas cosas que impiden saberlo, la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida."

Protágoras

jueves, 30 de noviembre de 2023

Los sofistas y la religión

Los sofistas rechazaban la religión, cuyo origen y desarrollo explicaban racionalmente. Así, Pródico de Ceos sostenía que los seres humanos empezaron por divinizar las fuerzas de la naturaleza, el sol, los ríos, etc., para pasar luego a divinizar a otro tipo de criaturas, inventores de cosas útiles, como el pan, el vino y las técnicas básicas, dando lugar a la totalidad del panteón. Critias sostenía que los dioses habían sido inventados por un astuto legislador, a fin de inducir a los ciudadanos a cumplir las leyes, incluso cuando nadie los vigilaba. Respecto a los dioses mismos, unos sofistas como Protágoras– se declaraban agnósticos, no sabían decir nada de ellos, ni siquiera si los había o no, mientras que otros eran francamente ateos.

domingo, 22 de octubre de 2023

La diferencia entre cosas y personas según Kant

El hombre y, en general, todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no solo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sola las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como fin. [...] Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tiene, empero, si son seres irracionales un valor meramente relativos como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio, los seres racionales se llaman personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos; esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho y es un objeto de respeto.

Immanuel Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres

domingo, 15 de octubre de 2023

La muerte no es nada para nosotros: la lección de Epicuro

Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y todo mal reside en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte, hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad.
Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir. De modo que es necio quien dice que teme a la muerte no porque le angustiará al presentarse, sino porque le angustia esperarla. Pues lo que al presentarse no causa perturbación, vanamente afligirá mientras se aguarda. Así que el más espantoso de los males, la muerte, nada es para nosotros, puesto que mientras nosotros somos, la muerte no está presente, y, cuando la muerte se presenta, entonces no existimos.

Epicuro: Carta a Meneceo

sábado, 14 de octubre de 2023

La fuerza y la debilidad del ser humano, según Pascal

El hombre no es más que una caña, la más frágil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para destruirla; un vapor, una gota de agua es suficiente para matarlo. Pero, aun cuando el universo le aplaste, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata, puesto que él sabe que muere y la ventaja que el universo tiene sobre él. El universo no sabe nada.
Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento. De ahí es de donde tenemos que elevarnos y no del espacio y del tiempo, que no sabríamos llenar. Trabajemos, pues, en pensar bien: he ahí el principio de la moral.

Blaise Pascal: Pensamientos (XV, 200)

jueves, 5 de octubre de 2023

El ser humano como persona

El concepto de persona reúne, en cierto modo, los rasgos más importantes del ser humano en sus aspectos individuales y sociales. Por eso, se establece una diferencia esencial entre el mundo de las "cosas" y el mundo de las "personas". Consideremos algunas cuestiones que permitan analizar este concepto central de la antropología filosófica.


1. Un concepto complejo: la unidad de la máscara


El término persona tiene un curioso origen. Persona es un término latino que, a su vez, se corresponde con el significado del término griego prósopon. Era el nombre que se daba a la máscara que los actores del teatro llevaban para identificar el personaje que representaban, evitando su confusión con otros. Así, persona era la máscara que daba unidad al personaje. De ahí que el término personalidad quiera decir el modo propio de ser de cada uno, y que un sujeto humano posea siempre una personalidad propia.

El tránsito desde el concepto de máscara al de persona posee una larga historia que resalta el valor del individuo humano frente a las cosas. Sócrates señaló que uno de los rasgos esenciales del ser humano era poder "conocerse a sí mismo". Su discípulo Platón, por su parte, afirmó que el ser humano tenía valor porque poseía un alma inmortal. Pero fueron el derecho humano y el cristianismo los que dieron un extraordinario impulso al concepto de persona:

1) En la antigua Roma se reconocía a sus ciudadanos una existencia civil como individuos concretos, que se traducía en la posesión de una serie de derechos. Los esclavos no tenían esos derechos y, por eso, no eran considerados personas, sino simples cosas. Por ello, en el derecho romano se encuentra la raíz del concepto jurídico de persona como sujeto de derechos y deberes.

2) En el cristianismo se piensa que cada ser humano es una criatura de Dios que posee un alma capaz de recibir premios o castigos según sea su actuación. Y además se cree que la vida se prolonga más allá de la muerte. Todo ello no hace sino subrayar el valor de la persona como una entidad autónoma, con identidad propia y, sobre todo, con una permanencia y continuidad que no termina en esta vida.


2. La persona, sujeto de derechos y de responsabilidad moral


Hay dos elementos fundamentales del concepto de persona que es preciso destacar: es sujeto de derechos y de responsabilidad moral. Consideremos lo que ello representa:

1) El derecho romano, como ya hemos comentado, identificaba el concepto de persona con la posesión de una serie de derechos. Claro que, en la antigua Roma, las "personas" eran solamente los ciudadanos romanos: los esclavos, que eran una parte importante de la población, no tenían esta consideración y valían lo mismo que las cosas y los animales.

La expansión del cristianismo supuso el progresivo reconocimiento del valor del ser humano, pero durante muchos siglos, los derechos solo se les reconocerían a los nobles y a las clases privilegiadas.

La Revolución Francesa supuso un cambio fundamental, al terminar con los privilegios del Antiguo Régimen y proclamar, en 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Por primera vez en la historia se reconocía que el ser humano, por el mero hecho de ser tal, era sujeto de derechos.

2) Pero la persona no es sólo sujeto de derechos. Una persona es capaz de actuar libremente y de "responder" de sus acciones frente a los otros seres humanos. Es decir, es "responsable" de sus actos. Por ello, no sólo tiene derechos, sino que también tiene deberes. Y es que tener derechos propios supone tener también deberes hacia los otros. Ambos aspectos se unen en el concepto de persona.

Kant vio con suma claridad que la diferencia fundamental entre las cosas y las personas era que éstas podían actuar de modo libre y, por ello, dar cuenta de sus actos. En el núcleo de la persona se encuentra la fuente de la moralidad: no precisa que nadie le diga cómo debe actuar. La persona es la fuente del deber y de la moralidad, y se encuentra en la base del concepto de ciudadanía.

Muchos filósofos del siglo XX, desde Scheler a Habermas o Levinas, han desarrollado esta misma perspectiva. Derecho y deber son dos aspectos del valor de la persona que no pueden olvidarse nunca.


3. Una filosofía de la persona: el personalismo y el existencialismo


En el siglo XX, dos escuelas filosóficas han subrayado el valor de la persona como uno de los temas esenciales de la filosofía:

1) El existencialismo: es una escuela filosófica inspirada en el pensamiento de Heidegger y en el de Sartre. Para estos pensadores, la tarea más importante de la filosofía es dilucidar el sentido de la existencia humana y, sobre todo, advertir que el sujeto humano es tal porque debe enfrentarse a un mundo de posibilidades y necesita elegir entre ellas y construir su vida como un proyecto.

A veces, las conclusiones del existencialismo no son optimistas, pues la existencia humana no siempre es agradable, pero en ella y en sus rasgos trágicos es donde debe encontrarse el sentido de la persona.

2) El personalismo: Emmanuel Mounier, influido por la tradición cristiana, cree que la persona es la única fuente de los valores verdaderos.

Una persona no es una sustancia cerrada, sino un principio de esfuerzos y proyectos que nunca puede ser dominado. Es la fuente de la libertad y de la creatividad. Por ello, defender el valor de la persona es el verdadero remedio contra todo totalitarismo. El auténtico concepto de persona, además, debe tener en cuenta la comunidad en la que vive el individuo, de modo que resalte los valores sociales.

Otros filósofos del siglo XX, como Scheler, Buber o Ricoeur, han desarrollado tesis cercanas al personalismo, y han hecho del concepto de persona un elemento esencial de reflexión. 

lunes, 28 de agosto de 2023

La muerte, un final siempre presente

La muerte se encuentra siempre presente como horizonte de la vida humana. Es un acontecimiento terrible que plantea incesantes preguntas: desde el sentido de la vida presente hasta el misterio de una vida futura. Y, ante todo, muestra que la vida humana es limitada y contingente.

Un final siempre presente: las preguntas de la muerte

La muerte es un hecho biológico que afecta a todos los organismos vivos. Pero es también un fenómeno cultural y social. Todas las sociedades han considerado la muerte uno de los acontecimientos centrales de la vida humana. Y lo han revestido de ritos, costumbres y creencias.

La reflexión filosófica sobre la muerte tiene en cuenta sus aspectos biológicos y culturales, pero va más allá de ellos, y se interroga por los problemas que plantea el enigma de la muerte. Veamos algunos de ellos:

1) La muerte es siempre un final, y recuerda que la vida humana es limitada y no dura eternamente. Pero, también, la muerte es un destino cierto para los humanos. Es una de las pocas cosas verdaderamente democráticas que existen: llega a todos por igual y llega siempre. Nadie puede escapar de ella, aunque sueñe con hacerlo.

2) La muerte nunca puede predecirse, excepto en casos extremos como el suicidio o el asesinato; llega siempre, pero no se sabe con certeza su camino. Por ello, es fuente de angustia. Pero, además, muestra que no somos necesarios o indispensables, aunque nos gustaría serlo. Tras nuestra muerte, otros tomarán lo que hemos dejado. Por eso, se ha dicho que la muerte es maestra de lecciones universales.

3) La muerte es un acto personal, nadie puede morir por nosotros. Y se realiza en la más profunda soledad, aunque el moribundo se encuentre acompañado de sus parientes y amigos. La muerte enseña que las cosas realmente importantes son las que ocurren en la soledad. Nadie está preparado para afrontar esta soledad, pero la muerte revela su valor.

4) Por último, la muerte es una fuente de interrogantes fundamentales, que se pueden resumir en dos: la muerte es el final y la extinción definitiva y completa de nuestra vida, y la muerte es el anuncio de una vida futura. La primera pregunta se responde con la razón y la evidencia biológica. La segunda abre el mundo de la esperanza y de las creencias.


La filosofía como meditación de la muerte

A lo largo de la historia, la filosofía ha reflexionado sobre el sentido de la muerte y ha ofrecido, fundamentalmente, dos respuestas: la primera, la muerte es un asunto de gran importancia sobre el que es preciso reflexionar; la segunda, no tiene sentido reflexionar sobre la muerte, pues lo importante es pensar en la vida.

A continuación, consideremos algunas de las posturas que entienden la muerte como un tema fundamental de la reflexión filosófica:

1) Platón, en su diálogo Fedón y siguiendo a su maestro Sócrates, afirmó que filosofar es lo mismo que aprender a morir. Creía que el alma era inmortal y la sede del conocimiento. Por eso, practicar la filosofía suponía liberarse del mundo sensible y alcanzar la eternidad: era una fuente de libertad y de eternidad, al tiempo que permitía separarse de las ataduras del cuerpo. La teoría platónica tuvo una extraordinaria influencia en la filosofía cristiana medieval.

2) Los estoicos pensaron que la vida era un simple préstamo de los dioses y que debíamos vivir cada día como si fuera el último de nuestra existencia. Por ello, la meditación sobre la muerte es, en realidad, una invitación para alcanzar la tranquilidad máxima, ya que es algo inevitable.

3) Montaigne retomó, en un sentido diferente, la tesis de Platón, y afirmó que debemos reflexionar sobre la muerte para conocerla y dominar, lo más posible, sus secretos. Por eso, afirma que la filosofía es, en realidad, una meditación sobre la muerte. Cuando hemos logrado conocer algunos de sus rasgos, nos parece un sueño y podemos vivir con tranquilidad, sin que nos afecte su amenaza.

4) En el siglo XX, Heidegger concedió una extraordinaria importancia a la reflexión sobre la muerte como elemento fundamental para comprender al ser humano. El ser humano es el único que tiene conciencia de que va a morir. Enfrentarse a ello le permite asumir proyectos radicales que pueden calificar el conjunto de su vida.

5) Unamuno pensaba que todo ser humano desea la inmortalidad, y ello lleva a desarrollar un "sentimiento trágico de la vida", ya que desear la inmortalidad sabiendo que se debe morir es una paradoja imposible. Pero no se puede dejar de pensar en ella; por eso, dicho pensamiento es trágico.


La muerte, un problema inútil

Frente a las posturas anteriores, algunos filósofos han insistido en la idea de que pensar sobre la muerte no debe ocupar nuestros esfuerzos. Para todos ellos, lo importante es reflexionar sobre la vida:

1) Epicuro creía únicamente en la realidad material y en la experiencia sensible. La muerte ocurre siempre, pero no podemos experimentarla. Y es que cuando nosotros estamos vivos, la muerte no es todavía nada para nosotros. En cambio, cuando se produce la muerte, nosotros ya no existimos. Por eso, la filosofía debe ayudar a eliminar el pensamiento de la muerte como fuente de turbación y angustia.

2) Spinoza afirmó que la filosofía debía ser siempre una "meditación sobre la vida". La muerte es inevitable, pero pensar sobre ella resulta inútil. Lo importante para la filosofía es dilucidar cómo podemos vivir mejor y cómo podemos ser felices. Pensar sobre la muerte no nos ayudará a ello.

3) Sartre elaboró, en El ser y la nada, una perspectiva interesante sobre la muerte. Afirma que la muerte no es, en realidad, una propiedad personal del que muere. Cuando se produce la muerte, yo no soy ya nada, porque he terminado mi existencia. En cambio, la muerte permite que los otros me juzguen y que formen una opinión sobre mí. Pero esto no me afecta: es un problema de los otros, no es un problema mío. Pensar sobre la muerte es pensar sobre algo cerrado e inevitable, que no ayuda a vivir mejor.


Dos teorías biológicas sobre el envejecimiento

La biología actual maneja dos teorías para explicar el proceso de envejecimiento que lleva a la muerte:

1) La primera de ellas es la "teoría de la acumulación de errores", que afirma que el envejecimiento es resultado de una serie de fallos acumulados a lo largo de la vida celular.

2) La otra se denomina "teoría de la activación genética programada", que considera el envejecimiento un proceso provocado por la actividad de genes malignos que son causantes del envejecimiento y de la muerte de los organismos.

martes, 8 de agosto de 2023

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Escritor y filósofo bilbaíno, miembro de la Generación del 98. Señaló la importancia del deseo de inmortalidad de los seres humanos. Este deseo imposible convierte la vida humana en una tragedia y hace de las paradojas y las contradicciones necesarios componentes de la existencia. 

miércoles, 5 de julio de 2023

El universo del deseo y la pasión

El deseo y las pasiones forman parte de la afectividad y de la voluntad, e influyen en el conjunto de la actividad humana.

La filosofía ha analizado este ámbito de formas diferentes. Tradicionalmente se ha considerado opuesto a la razón, ya que se pensaba que deseos y pasiones impedían desarrollar una adecuada actividad racional. Otras veces se ha destacado su importancia. Analicemos sus problemas.

1. El deseo como ausencia y como fuente de intranquilidad

El deseo es un movimiento de nuestra actividad psíquica que nos impulsa a alcanzar un objeto que consideramos una fuente de satisfacción.

Se deben destacar tres rasgos del deseo:

1) Es una falta: el deseo supone querer algo que no se posee, de ahí que suponga la ausencia de algo.

2) Vive en el mundo del exceso: el deseo se encuentra más allá de la necesidad, siempre se dirige a un mundo de posibilidades, a un mundo de exceso. No es extraño que, en las sociedades ricas, el universo del deseo sea tan amplio y tenga tantas repercusiones económicas: las tiendas y los centros comerciales ofrecen tentaciones para cumplir los deseos que van más allá de las necesidades básicas.

3) Se basa en el conflicto y provoca intranquilidad: un deseo muere cuando alcanza un objetivo. Pero cuando un deseo se cumple, surgen deseos nuevos. No basta con comprar un pantalón o una camisa que me apetece; cuando lo he hecho, siento deseos de tener más cosas. Los publicistas aprovechan esta estructura conflictiva del deseo.

2. La aceptación y el rechazo del deseo

En la filosofía podemos distinguir dos posturas acerca del valor del deseo:


1) Reconocer el valor del deseo como un aspecto fundamental del ser humano: esta postura mantiene que el deseo es una realidad esencial, que debe ser tenida en cuenta, a pesar de los problemas que plantea.

Spinoza, Hegel y Deleuze, entre otros, han mantenido esta perspectiva:

a) Spinoza reconoce abiertamente el valor del deseo, y afirma que es el ímpetu de mantenerse en el propio ser. Desear es una necesidad de todo ser real, y quien existe desea siempre. Por eso, Spinoza afirma que juzgamos algo como bueno porque lo deseamos.

b) Hegel piensa que el deseo es un componente fundamental del individuo y de la sociedad. Ahora bien, todo deseo se cumple aniquilando su objeto. Y la sociedad humana se compone de un conjunto de individuos que son tales porque han superado la lucha a muerte que supone el que cada uno desee la aniquilación del otro, como objeto de su deseo.

​c) En el siglo XX, Guilles Deleuze ha desarrollado una interesante teoría del deseo ampliando las tesis del psicoanálisis de Freud.

Deleuze cree que el deseo no solo es causa de fantasmas y alucinaciones, como pensaba Freud. Al contrario, nace de lo prohibido y produce realidad. De hecho, los seres humanos son "máquinas deseantes".

Analizar el universo de los deseos es una actividad crítica que tiene importantes consecuencias sociales y que permite entender algunos rasgos de la sociedad capitalista.


2) Plantear la necesidad de dominar el deseo como si fuera un elemento negativo: esta postura mantiene que es necesario combatir el deseo para alcanzar el conocimiento y la felicidad.

Esta fue la perspectiva de estoicos y epicúreos. A ellos se une la tradición oriental de la filosofía india y del budismo clásico, que veían en la negación del deseo la única fuente de conocimiento y felicidad.

a) El estoicismo piensa que es necesario someter el deseo a la razón. De acuerdo con la razón, el valor máximo es seguir el curso de la naturaleza: contra ella nada puede hacerse. Por lo tanto, la verdadera sabiduría supone dominar el deseo para someterse a la naturaleza y al destino. En esa aceptación se encuentran la tranquilidad y la paz, que no deben ser perturbadas por deseo alguno.

b) El epicureísmo sostiene que lo más importante es fomentar el placer para alcanzar la serenidad. Para conseguir esta meta, es necesario admitir solamente los deseos que procedan de las necesidades naturales. Esto supone eliminar los deseos artificiales, que no son fuente de verdadero placer. En suma, el deseo debe llevar a la unión con la naturaleza para conseguir, con ella, la serenidad.

3. La pasión

La pasión es una inclinación o tendencia que no se puede dominar: cuando hay pasión se sufre un estado de dominación y de padecimiento, del que a veces no se es consciente.

Todos los significados de la pasión convergen en uno: sentirse dominado por algo de un modo incontrolado, que no nos permite ver más allá del objeto de nuestra pasión. Es fundamento de grandes hazañas, de sueños y de utopías, pero también puede llevar a frustraciones y enfermedades.

Sobre el problema de la relación entre razón y pasión, en la filosofía, como en el caso del deseo, se han planteado dos posturas:

1) La razón debe dominar la pasión porque, de otro modo, ésta se convierte en un impulso que nos domina. Aceptar el dominio de la pasión supondría someter la mente humana a deseos y pulsiones corporales.

2) Sin pasión no hay conocimiento verdadero: cuando se conoce bien algo es necesario hacerlo con pasión, de modo que nos sintamos motivados y "dominados" por aquello que hemos conocido. Hegel reconoció de un modo explícito el valor de la pasión. Para él, nada importante se ha realizado en la historia sin pasión.

martes, 4 de julio de 2023

Jean Jacques Rousseau

Nuestra razón se perfecciona por la actividad de las pasiones: buscamos conocer porque deseamos disfrutar.


Jean Jacques RousseauDiscurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres

lunes, 3 de julio de 2023

Epicteto (55-135 d.C.)

La libertad no se alcanza por la satisfacción de los deseos, sino por la destrucción del deseo.

Epicteto: Máximas


jueves, 8 de junio de 2023

El enigma de la conciencia

La conciencia es uno de los rasgos específicos del ser humano. Nos permite "darnos cuenta de algo" y hace posible mantener una especial relación con el mundo exterior y con nosotros mismos. Por otro lado, la conciencia hace posible que nos concibamos como sujetos independientes: somos algo en cuanto tenemos conciencia de aquello que somos.
Como toda actividad mental, la conciencia tiene una base fisiológica en el cerebro y se desarrolla evolutivamente a lo largo de la vida. En ella influye el ambiente, las condiciones materiales de nuestra vida, el lenguaje y nuestras relaciones con otros seres humanos. Es fuente de conocimiento, pero también produce ilusiones. Analicemos sus características.
1. "Volver sobre sí mismo": la reflexividad

La conciencia es una actividad mental que permite una "vuelta a sí", una "re-flexión". Tener conciencia implica "volver sobre uno mismo". Supone "darse cuenta"; es decir, darse una razón a sí mismo de algo, explicarse algo; o, cuando menos, plantearse esa explicación.

Por su reflexividad, la conciencia permite pensar sobre la realidad exterior, sobre los otros seres humanos y sobre lo que somos.

Es posible distinguir dos formas de conciencia:

1) La conciencia inmediata posibilita conocer y advertir nuestra propia presencia. Se llama inmediata porque aparece sin necesidad de intermediario alguno. Por ella, somos capaces de "vernos" a nosotros mismos y pensar en lo que somos o podemos ser.

2) La conciencia mediata exige intermediarios, entre otros, la realidad exterior y la actividad de otros seres humanos. Mediante este tipo de conciencia mediada, podemos pensar y juzgar el mundo exterior, las consecuencias de nuestros actos y lo que son las otras personas.

Ambos tipos de conciencia se encuentran relacionados: nos conocemos a nosotros mismos porque pensamos y juzgamos lo que son las cosas y las personas que nos rodean.

2. El carácter intencional de la conciencia

A comienzos del siglo XX, Brentano y Husserl afirmaron que la conciencia no es una sustancia o una realidad encerrada en sí misma, sino una realidad intencional.

Toda conciencia posee siempre una intención a la que apunta: es una conciencia "de algo"; se dirige a un objeto diferente a ella misma.

Por ser intencional, la conciencia es siempre esencialmente abierta y dinámica. Quien tiene conciencia se encuentra siempre en relación con otras cosas y con otros seres vivos. La conciencia es, entre otras cosas, la capacidad de crear relaciones. Tenemos conciencia propia cuando mantenemos relaciones con nosotros mismos, con otras personas y con el mundo exterior. La intencionalidad amplía el significado de la reflexividad de la conciencia, y no permite que ésta sea una sustancia cerrada.

3. Críticos de la conciencia

Spinoza no dudó en recordar que la conciencia puede ser fuente de ilusiones. Los empiristas británicos, y en especial Hume, pensaban que la conciencia como tal no se correspondía con una impresión sensible precisa y que, por lo tanto, tenía un limitado valor como idea. Marx advirtió que la conciencia humana no era algo abstracto o ideal: dependía de las condiciones materiales de la existencia.

4. Las ilusiones de la conciencia y la actividad del inconsciente

La conciencia es un instrumento de lucidez, que nos permite orientarnos en nuestra vida y en nuestras relaciones con otros seres humanos. Pero también puede ser fuente de error y de falsas ilusiones. Y, a veces, es origen de enfermedades. La psicología y la psiquiatría modernas se encargan de analizar los trastornos neurológicos y conductuales que produce una conciencia enferma.

Han sido muchos los filósofos que han destacado el valor de la conciencia como fuente de conocimiento y como criterio de acción moral. Pero también hubo otros que vieron en la conciencia una fuente de engaño y de conflictos.

La crítica más importante acerca del valor incuestionable de la conciencia procede de Sigmund Freud. Freud piensa que el comportamiento manifiesto o consciente del ser humano se apoya en un complejo universo de elementos inconscientes.

Lo que denominamos conciencia se basa en todo un conjunto de sentimientos e ideas inconscientes que sólo aparecen en los sueños y en los actos fallidos.

El inconsciente reúne todo aquello que ha sido prohibido por la religión, la sociedad o la educación, y que permanece siempre oculto. Solamente si se entiende el inconsciente podrá analizarse la conciencia. El método del análisis del inconsciente se denominó psicoanálisis.

La perspectiva de Freud hizo tambalearse el valor que se atribuía a la conciencia y fue el origen de su análisis crítico desde comienzos del siglo XX.

sábado, 3 de junio de 2023

Edmund Husserl (1859-1938)

Filósofo alemán creador de la fenomenología que ejerció una gran influencia en la filosofía del siglo XX. Mantuvo que el rasgo esencial del sujeto humano era una conciencia de tipo "intencional". La "intencionalidad" de la conciencia hace que ésta siempre tenga una referencia exterior en el mundo de los objetos y de los seres humanos. Con esta interpretación, Husserl rechazaba el concepto de una conciencia encerrada en sí misma. 

viernes, 19 de mayo de 2023

El problema de las relaciones entre el cuerpo y la mente

Las relaciones entre el cuerpo y la mente constituyen un antiguo problema para la filosofía. Actualmente, esta cuestión equivale a analizar la relación que existe entre la mente y el cerebro. Este problema se encuentra en el centro de la llamada "filosofía de la mente", una reciente disciplina filosófica que tiene en cuenta los avances de las neurociencias. Pueden distinguirse tres grupos de respuestas con distintas variantes:
1) El monismo: Desde este punto de vista, se afirma que la mente y el cuerpo no son realidades separadas, sino aspectos distintos de una misma realidad.
Esta realidad puede ser de tipo material (según los atomistas o Marx) o de tipo mental o espiritual (según los racionalistas, como Spinoza, o los representantes del idealismo filosófico, como Berkeley o Hegel).
2) El dualismo: Se remonta a Platón y a Descartes. Esta respuesta establece que la mente y el cerebro son dos realidades diferentes, cada una de ellas con sus reglas propias.
No es posible reducir la actividad mental a la cerebral. La mente es más valiosa que el cuerpo y la causa de las actividades intelectuales y afectivas humanas.
Pero admitir una diferencia estricta entre mente y cerebro no supone olvidar que existe una relación entre ambos. El dualismo psicofísico plantea tres modos de entender esta relación.
a) Entre la mente y el cuerpo se da un paralelismo de actuación. Es decir, cada acto físico se corresponde con un acto mental, como afirmaba Leibniz.
b) La mente y el cuerpo son realidades diferentes que se conectan en ciertas ocasiones y permiten establecer una relación entre ellos. Es la postura defendida por el ocasionalismo de Malebranche.
c) La mente no mantiene ninguna relación con el cuerpo, sino que es un fenómeno de tipo diferente a la realidad corporal y no puede ser explicada con los criterios del cuerpo. Es un epifenómeno del cuerpo, algo que "se levanta sobre el cuerpo", pero con una realidad independiente y con sus propias leyes, diferentes a las leyes del cuerpo.
3) El fisicalismo: Desde este grupo de posturas se sostiene que la actividad mental depende del cerebro y puede explicarse mediante causas físicas.
No admite la separación dualista entre mente y cuerpo: ambos mantienen una relación de dependencia y se reducen a una base física.
Podemos distinguir tres formas de fisicalismo:
a) La primera defiende la identidad entre mente y cerebro: la actividad mental no es más que la actividad del cerebro. Esta identidad puede entenderse de dos formas diferentes:
- Teoría de la identidad de tipo: Hay una correspondencia mecánica entre mente y cerebro; a cada estado de la mente responde un estado del cerebro. Es decir, cerebro y mente son realidades del mismo tipo.
- Teoría de la identidad de instancia: A cada pensamiento le corresponden varios estados cerebrales, no solo uno, que son instancias o casos diferentes de actividad cerebral.
b) El conductismo: desde esta segunda postura se defiende que toda actividad mental se traduce siempre en una conducta determinada. Para los conductistas, lo importante es analizar la conducta manifiesta. La mente es un problema sin sentido. Es un "fantasma", como dice Gilbert Ryle.
c) El funcionalismo: es defendido por algunos de los más notables filósofos de la mente actuales, Donald Davidson y John Searle. Según el funcionalismo, lo más importante no es analizar la relación directa entre la mente y los estados del cerebro o las conductas, sino investigar cómo un estado mental se relaciona con otros estados mentales y motiva un comportamiento determinado. Es decir, entre la mente y el cuerpo hay una compleja interrelación. Para el funcionalismo, la mente no es simplemente un conjunto de estados cerebrales de tipo físico, sino un complejo entramado de estados cerebrales y comportamientos que se encuentran en relación constante y que se modifican a través de esta relación.