miércoles, 3 de abril de 2024

El universalismo moral

Todas las culturas tienen el concepto de asesinato, distinguiéndolo del de ejecución, muerte en guerra y otros «homicidios justificables». Las nociones de incesto y otras reglas relativas al comportamiento sexual, las prohibiciones de mentir en circunstancias definidas, las nociones de restitución y reciprocidad, de obligaciones mutuas entre padres e hijos: estos y muchos otros conceptos morales son absolutamente universales.

Clyde KluckhohmEthical Relativity: Sic et Non

1. Exigencias de justicia

El relativismo y el subjetivismo moral son insostenibles, al menos por dos razones:

  • Porque existen unos rasgos morales comunes a todas las culturas, que es lo que los antropólogos han dado en llamar «universales culturales».
  • Sobre todo, porque cualquier persona exige universalidad e intersubjetividad para algunas de sus convicciones morales, concretamente para las convicciones de justicia.
Por ejemplo, si alguien quiere impedirme expresar mi opinión o pretende encarcelarme sin haber hecho yo nada, diré que no tiene derecho a hacerlo, sea cual fuere su cultura o sus gustos. Tampoco estaré de acuerdo en que extorsione a otras personas. Diré en todos estos casos que es injusto. Y es que aquellas convicciones morales que consideramos exigencias de justicia pretendemos que valgan universal e intersubjetivamente; es decir, creemos que podríamos convencer de que son justas a todos los afectados por ellas, si pudiéramos dialogar con ellos en condiciones de racionalidad.
Tales condiciones serían las siguientes: que en el diálogo participaran todos los afectados por esas exigencias, que tuvieran iguales oportunidades de expresar sus intereses y replicar ante las intervenciones de los demás, que todos desearan aclarar en serio si la exigencia es justa, y que al final decidieran teniendo en cuenta no su interés particular, sino el universalizable, el que todos podrían querer.
El universalismo moral consiste en reconocer que cuando digo «esto es justo» pretendo que vale no sólo para mí, sino también para cualquier persona a la que pudiera mostrar en una situación racional de diálogo las razones que tengo para defenderlo.


2. Invitación a la felicidad


Cuestión aparte es la diversidad de formas que tenemos para imaginar la propia felicidad. Cada uno tiene sus ilusiones y unos gustos que son bastante subjetivos, pero si sabemos que no dañan a nadie pedimos respeto para intentar realizarlos. No exigimos que las demás personas tengan los mismos ideales. Porque no tiene sentido exigir que todos vivan el mismo ideal de felicidad. La persona que opta por el convento de clausura puede encontrar su felicidad en el monasterio, pero no puede exigir que todo el mundo abrace la vida monástica. Lo que sí puede hacer es invitar a los demás a vivir su ideal de vida feliz.

El universalismo moral no consiste en que todos los seres humanos tienen que ser felices de igual modo, sino en que todos respetemos unas exigencias de justicia. Entre el «todo vale» del subjetivismo y el «todos deben hacer lo mismo», que sería propio de un totalitarismo abusivo, se sitúa el pluralismo moral. 

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