A medida que el transporte y los medios de comunicación permiten el intercambio de productos, gentes e información, las distintas formas culturales han ido convergiendo. Mientras las comunidades era pequeñas y permanecían aisladas, las prácticas culturales del grupo eran comunes y homogéneas. A medida que las sociedades se van haciendo más grandes, esa homogeneidad interna va desapareciendo.
La asimilación e integración de elementos de otras culturas recibe el nombre de aculturación. Éste ha sido el proceso habitual de todos los momentos históricos y pone de manifiesto la movilidad cultural, esto es, el hecho de que las culturas no son entidades estáticas y cerradas, sino dinámicas y abiertas.
En la actualidad, los procesos de aculturación son cada vez más habituales y dan lugar a un fenómeno que, si bien no es nuevo, es cada vez más evidente en las sociedades moderna: el multiculturalismo, esto es, en una sociedad conviven personas procedentes de culturas muy distintas, con actitudes y costumbres dispares.
No se puede establecer un paralelismo entre Estado y cultura, porque en un mismo espacio político pueden convivir culturas distintas. Todo ello ha producido el surgimiento de movimientos sociales que proclaman los beneficios de la mezcla de culturas y otros que pretenden cerrar las fronteras en nombre de la conservación de la propia identidad cultural.
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